Berlín en 4 días: visita a Sachsenhausen
Tras nuestro último día con la excursión a Postdam este día tocaba un plan mucho menos distendido y agradable, aunque necesario. El campo de concentración de Sachsenhausen es el más cercano a Berlín y no toma mucho tiempo llegar en tren. Una vez en la estación de Oranienburg hay que caminar un trecho (unos quince minutos) hasta llegar al campo, cuya visita puede durar fácilmente toda una mañana.
Si bien recomiendan reservar un tour con uno de los guías de la zona, lo cierto es que nosotros decidimos ir por nuestra cuenta. En el edificio principal nada más llegar se pueden alquilar unas audioguías para obtener una mayor comprensión de todo lo que se va a contemplar en el lugar.
Construido en 1936 en la ciudad de Oranienburg (Brandenburgo), el campo de concentración de Sachsenhausen fue creado con la finalidad de confinar a todos aquellos que representaban, a ojos del régimen, una amenaza: judíos, homosexuales y presos políticos, entre ellos. Dadas las condiciones en las que se encontraban los reclusos (escasa comida, frío, trabajos forzados, enfermedades) y, también, debido a la brutalidad de los carceleros nazis, muchos de los prisioneros no llegaron a abandonar jamás el recinto. Hasta 1945, más de 200.000 personas malvivieron entre sus muros en unas condiciones infrahumanas.
Antes de traspasar la verja de entrada a Sachsenhausen recomiendo la visita al museo; dentro se puede comprender un poco mejor la historia del lugar y algunos detalles sobre las condiciones de vida de los prisioneros. Si observar detalles como las ropas que vestían ya resulta sobrecogedor, no es nada comparado con lo que se siente en el interior del campo.
Debo añadir que nuestra visita estuvo acompañada por un frío intenso y por aguanieve constante, lo cual hizo aún más penoso el recorrido y nos hizo pensar en más de una ocasión, cómo lo tuvieron que pasar todos aquellos obligados a quedarse aquí durante años.
Dando la bienvenida a Sachsenhausen, una frase ominosa: «Arbeit macht frei» («El trabajo os hará libres»).
La extensión del campo es enorme y, a pesar de que muchas de las instalaciones fueron demolidas, aún quedan los suficientes vestigios en pie para comprender el modo de vida de los prisioneros.
La visita incluye poder acceder a algunos de los barracones, en los que las imágenes que hemos visto en tantas películas toman forma -y se hacen reales- de una manera escalofriante. Varios de los barracones se han convertido en museos plagados de fotografías e información; también se puede entrar en el edificio de las celdas de castigo, donde se encerraba a los prisioneros de mayor importancia.
La cocina y sus murales no necesitan mayor descripción. La sensación al recorrer las salas es una experiencia horrible, pero necesaria para comprender mejor la Historia y entender la dureza de los actos que tuvieron lugar durante la II Guerra Mundial.
La última parte de Sachsenhausen que recorrimos, totalmente ateridos de frío y embargados de una profunda sensación de tristeza fue el área de la enfermería. Sabiendo que el campo, igual que muchos otros, servía como terreno de investigación médica a costa de los propios prisioneros no deja lugar a otra emoción que el horror. Tanto en esta zona como en el edificio de entrada se puede contemplar mucha información sobre algunos de los carceleros del campo, así como de sus prácticas brutales hacia los prisioneros.
Probablemente, de haber adquirido uno de los completos tours con guía habríamos permanecido más en el campo, ya que la cantidad de información existente en el lugar es abrumadora. Existe una gran variedad de tours por Sachsenhausen, muy asequibles, que os harán la experiencia más informativa, aunque la sensación descorazonadora con la que abandonaréis el lugar no os la quitará nadie.
De regreso a Berlín, aún tuvimos tiempo para visitar un par de puntos muy interesantes. ¡Descubre qué más ver en la capital alemana en nuestro siguiente artículo!