Capri: un día por la isla (Capri y Anacapri)

El sábado nos levantamos muy animados: tocaba hacer un pequeño equipaje con los bañadores y unas mudas de recambio. Nos marchábamos a la isla de Capri, una de las más famosas de Italia por la belleza de sus vistas y su variedad de puntos turísticos.

A pesar de que habíamos reservado el alojamiento para tres noches en Nápoles, en el último momento decidimos reservar habitación en un hotel de Anacapri y hacer noche en la isla. Al final resultó la opción más acertada; a pesar del sablazo que supuso en cuestión de precio, los ferris de vuelta a Nápoles nos hubieran limitado muchísimo la excursión a Capri.

Llegada a Capri

Antes del viaje ya habíamos comprado nuestros pases en un ferry de la compañía Snav para viajar a la isla. En el mismo muelle, cambiamos nuestros vouchers por los tickets y embarcamos en el ferry. Para mi decepción, la embarcación era totalmente cerrada y no permitía contemplar las vistas al exterior. 40 minutos después llegábamos a Capri, donde la primera visión de la isla nos impactó por la belleza de sus laderas y por el fulgor de unas aguas cristalinas que invitaban a darse un baño nada más llegar.

Capri en la Marina Grande

Vuelta a la isla

Tras contener, con gran esfuerzo, las ganas de zambullirnos en el agua, nos dirigimos a uno de los muelles de la Marina Grande. Allí realizamos una actividad que recomiendo enormemente: una vuelta en barco alrededor de la isla.

Esta actividad te permite contemplar una panorámica completa de Capri y ver desde agua muchos de los lugares que, por falta de tiempo, sabíamos que no tendríamos ocasión de visitar. De esta manera vivimos una experiencia divertidísima dando tumbos a través de las olas y divisando la Marina Piccola, el arco natural, el faro de Punta Carena que queda en un extremo de la isla, la gruta verde y los famosísimos faraglioni, por entre los cuales pasamos.  

Marina Grande

Faraglioni de Capri

Faro de Punta Carena

 

Marina Piccola

Una de las atracciones más famosas de Capri es la visita a la Gruta Azul (Grotta Azzurra). La vuelta en el barco nos había costado 18€ y, aunque te acerca a la gruta lo suficiente para ver la cola de gente esperando entrar, no se detiene allí. Eso nos decepcionó bastante, pues pensábamos aprovechar la cercanía y pagar otros 13€ para disfrutar de la belleza del lugar. Queda pendiente para nuestra próxima visita, más ahora que hemos aprendido cómo movernos por la isla sin que resulte una completa pérdida de tiempo y dinero. Atención porque lo que explico a continuación nos hubiera resultado muy útil saberlo antes…

Desplazarse por Capri

En nuestro total y absoluto desconocimiento ignorábamos que los autobuses que suben a Anacapri desde la Marina Grande son diminutos y se llenan en seguida con las largas colas de turistas. Esperar bajo el sol lapsos de 20 minutos viendo autobuses aparecer, llenarse y marcharse sin ti resulta muy frustrante.

Mi consejo es el siguiente: si queréis ir a Capri desde Marina Grande, coged el funicular (1.80€; cuidado porque los tickets no se compran allí, sino en un lugar cercano). Si queréis ir a Anacapri, coged igualmente el funicular hasta Capri y allí coged el autobús dirección Anacapri; los buses que realizan este trayecto son más abundantes que los que llegan desde Marina Grande.

Nosotros no teníamos ni idea de esta medida, así que esperamos con infinita paciencia hasta finalmente tomar el bus que nos subió por la montaña a toda velocidad. Si os asustan los pasos estrechos a mucha velocidad… Capri no es vuestro lugar. Los taxis y los autobuses pasan por unos lugares que no creeríais posibles.

Vistas desde un taxi de la isla

El autobús nos dejó muy cerca de nuestro hotel, el Victoria Place, donde fuimos a hacer el check in y a refrescarnos un poco. El sablazo del precio del hotel nos dolió algo menos al comprobar la bonita habitación, las vistas y la amabilidad de la recepcionista, que nos dio algunos consejos para visitar ciertos los lugares de la zona.

Anacapri

Había escuchado que Anacapri era más barato que Capri; será así, pero nosotros, al no ser del lugar, sólo vimos establecimientos que se nos escapaban con mucho del presupuesto. Aun así, no tiene precio visitar las preciosas calles del pueblo: toda una postal que se disfruta yendo sin rumbo y descubriendo todo lo que la zona tiene para ofrecer.

Uno de los rincones de Anacapri

No subimos al monte Solaro; una lástima, pero la sola idea del telesilla me hizo estremecer (cosas del vértigo). Por el contrario, entramos en la Iglesia de San Michele; por 3€ podréis contemplar el espectacular piso de mayólica con la representación de Adán y Eva.

Iglesia San Michele

El museo Casa Rossa estaba cerrado aunque pudimos escudriñar un poco su interior. Tras pasear un poco más por el pueblo, cogimos un autobús para visitar la famosa Capri.

Museo Casa Rossa

Capri

La experiencia de visitar Capri fue muy curiosa; la belleza del paraje se mezcla con la fastuosidad de sus locales y tiendas de lujo. Aunque vimos a muchos turistas que, como nosotros, habían venido a visitar la isla de “esa manera” (con presupuesto modesto, el aire que se respiraba en el ambiente era de dinero y lujo. No hacía falta fijarse mucho para vislumbrar carísimas prendas o las cartas prohibitivas de los restaurantes de la Piazzeta (Piazza Umberto I).

Como a nosotros lo de gastarnos 140 euros en una botella de champán se nos queda bastante grande, optamos por pasear por el pueblo, perdiéndonos por sus caminos empedrados y sus túneles, así como maravillándonos con las vistas a cada dos pasos. No os perdáis las vistas desde la torre del reloj, donde se obtiene una panorámica de la isla que realmente quita el aliento.

La Piazzeta

Marina Piccola

Nuestra idea para Capri, más que para dar una vuelta exhaustiva a la isla, consistía en empaparnos de sus calles y en permitirnos algo de relax tras los intensos días que llevábamos vividos en Roma y Nápoles. Es por esa razón que descartamos cualquiera de las excursiones que podíamos haber realizado (desde Vila Jovis hasta la Vía Krupp), porque seguía haciendo bastante calor y contábamos con poco tiempo.

Decidimos ir caminando hasta la Marina Piccola, en dirección a las playas que quedaban en el lado contrario de la Marina Grande. Si bien no obtuve mi ansiado atardecer (estos son bastante espectaculares desde el Faro) pasamos un rato estupendísimo bañándonos en las aguas cristalinas de la playa, con el sol bajo y una temperatura agradable. Esperamosa que cayera el sol en una de las terrazas, donde apenas había gente, y los precios por una birra Peroni rondaban los 4€ (algo que ya, a esas alturas, nos pareció barato).

Seguro que muchos me entenderéis si os digo que ese rato tan tranquilo, en el que no estábamos haciendo nada más que descansar en un paraje exultante, resultó tremendamente especial. Sin duda, mi momento favorito de todo el viaje.  

Vuelta a Capri y a Anacapri

Ya anochecido emprendimos el ascenso a Capri a través de un buen tramo de escaleras que os podéis ahorrar cogiendo un autobús. Cenamos en un restaurante que habíamos fichado antes al salir de Capri, donde los precios eran bastante asequibles. Allí disfrutamos de una pizza napolitana que quitaba el sentido; tras tomar algunas fotografías nocturnas de Capri, nos dirigimos de nuevo en autobús a Anacapri.

Capri de noche

Tras una breve parada en el hotel para ducharnos, decidimos salir a tomar algo por Anacapri a pesar de que íbamos prevenidos con los precios. La estampa nocturna del pueblo era preciosa y nos topamos con un espectáculo folklórico mexicano en una de las plazas. Terminamos cerveceando en el Queen Bar, un local que se encuentra bajando unas escaleras, con una atmósfera muy agradable y buenos precios. Y ahora sí, regresamos al hotel para descansar y despedirnos de nuestro fantástico día en la Isla de Capri.

Al día siguiente nos esperaba la última gran visita del viaje: Pompeya.

Noemí Escribano

Comunicadora Audiovisual, lectora voraz y procrastinadora nata.

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