Hang the DJ – al son que tocan
Creo que estoy teniendo excesiva suerte con Black Mirror (se acabará pronto, lo sé) porque únicamente veo capítulos que proporcionan una sensación positiva, a pesar que los mensajes implícitos en ellos sean todo lo contrario. Hang the DJ sería un buen ejemplo de esto: es un capítulo con una historia de amor que termina bien (o al menos es lo que da entender) pero no hace falta rascar demasiado en la superficie para encontrar la oreja de Terciopelo azul, que pudiéramos decir.
Amy y Frank se conocen a través de un sistema que, a través de un dispositivo, guía a sus participantes mediante instrucciones y programando diversas citas para que acaben encontrando su media naranja. A pesar de que los dispositivos de ambos insisten en emparejarlos continuamente con otras personas durante un periodo de tiempo variable (siempre marcado por el sistema) los dos sienten atracción mutua y el convencimiento de querer estar juntos.
Las nuevas tecnologías avanzan rápido y situaciones que nos hubieran parecido impensables hace unos años actualmente son pan de cada día. Las redes sociales y las diferentes aplicaciones para socializar son un ejemplo de ello; yo misma utilicé Tinder hace unos años para conocer gente (sin éxito, todo hay que decirlo) y terminé conociendo a mi actual pareja en una cita a ciegas gracias a otra aplicación. En Hang the DJ se exploran las relaciones humanas y los nuevos mecanismos que utilizamos para conocernos e interactuar, así como algunas de las reflexiones que suscitan estos nuevos modos de interrelación.
Amy siente excitación ante lo desconocido, pero también vacío y desconexión cuando las citas se acumulan y los procesos se repiten sin más; evidentemente, como buen componente del universo Black Mirror, todos está llevado al extremo, pero es difícil dejar pasar de largo algunos de los sentimientos experimentados a través del uso de estas aplicaciones.
Hang the DJ me recordó a Langosta de Yorgos Lanthimos, y también a El show de Truman de Peter Weir. Aunque su desenlace es positivo y da pie a una resolución basada en la simulación tecnológica, lo cierto es que realmente este final también elimina todo lo visto anteriormente. Amy y Frank terminan justo donde empezaron; por mucho que una aplicación y las simulaciones resultantes les dé su bendición como pareja, lo cierto es que, en una hipotética escena post créditos, ambos podrían empezar a charlar y darse cuenta que no tienen química ni nada en común. Cada uno se iría por su lado y encendería su app para volver al punto de partida; sin embargo, es más bonito quedarse en el escenario con la música de The Smiths sonando.