‘Nunca me abandones’ – una novela de Kazuo Ishiguro
El cine nos muestra a menudo el amor como un estallido de pasión, una fuerza totalmente irrefrenable ante la que no existen diques. La expresividad con la que gran parte del celuloide más mainstream plasma las relaciones románticas resulta claramente antagónica del tipo de amor que desfila por la obra de Kazuo Ishiguro y, por ende, en sus adaptaciones cinematográficas. Este escritor japonés, autor de otras novelas como Los restos del día y El gigante enterrado, acostumbra a plasmar todo aquello que pulula por la mente de forma mucho más velada. La sutileza de los silencios y de los sentimientos no confesados a menudo puede ser confundido con frialdad. Es en esa fina línea donde transita Nunca me abandones, una de las obras literarias que más me marcó en los años de universidad.
Una novela de Kazuo Ishiguro
Nunca me abandones es el tipo de novela que es preferible abordar sin saber demasiado sobre ella. Su argumento, resumido de forma escueta y sin spoilers, versaría sobre unos jóvenes que, en su día, estudiaron en el internado Hailsham. Dentro de esta institución inglesa, los chicos aprendieron a desarrollar su creatividad y a entablar sus primeras relaciones, así como a explorar su sexualidad. Kathy, Ruth y Tommy, el triángulo protagonista, vivieron en Hailsham sintiéndose especiales y al margen de la sociedad. Con el paso de los años, Kathy recuerda sus años como interna y el descubrimiento que terminó por acaparar por completo su vida.
Es necesario entender que en Nunca me abandones la baza de la sorpresa no es el elemento primordial. Aquello frase tan manida de “lo que se disfruta es el viaje” sirve a la perfección para ejemplificar la experiencia que implica leer esta novela. Su lectura -algo amarga, para qué engañarnos- entraña un proceso paralelo de descubrimiento al que asisten tanto los protagonistas como el propio lector. Siempre es un placer notar cómo encajan las piezas y sentir que una idea fluctúa en tu cabeza a medida que vas leyendo. En este sentido, Ishiguro construye la realidad de sus personajes de forma maestra, introduciendo cada dosis de conocimiento en el momento indicado y logrando que el interés resista hasta la última línea de la novela.
El mundo de Kathy
Nunca me abandones está contado desde el punto de vista de Kathy quien, a través de sus recuerdos y vivencias, va armando el retrato de su vida. La narración emplea un tono reflexivo y pausado, algo muy habitual en los textos de Ishiguro. Para el lector poco acostumbrado a este tipo de prosa puede suponer de una frialdad casi incómoda. Sin embargo, en mi caso me encanta alabar el estilo de este autor japonés, alejado de los efectismos. Leer su obra implica acercarse a sensaciones certeras referentes a la nostalgia y a la aceptación de todo aquello que se ha perdido.
Entrar en el mundo de Kathy va ligado a un sentimiento profundamente conmovedor. Ishiguro opta por no cargar las tintas y ser coherente con la personalidad de los personajes que expone y acoge bajo su foco. Hay ternura en la novela, pero ésta emerge de forma contenida, envuelta en una atmósfera gris donde los puntuales estallidos de felicidad producen tanto o más dolor que los momentos amargos.
Nunca me abandones atina en su representación del comportamiento humano en un contexto y circunstancias determinadas. El estoicismo con el Kathy afronta su vida, especialmente en el tramo final de la novela, no es más que el resultado obvio de una vida encauzada de una manera concreta. Aquella donde la normalidad tiene lugar a pesar de brillar por su ausencia.
Nunca me abandones en el cine
En 2010 se estrenó la adaptación al cine de Nunca me abandones de la mano de Mark Romanek (Retratos de una obsesión) Los personajes de Kathy, Ruth y Tommy son interpretados respectivamente por Carey Mulligan (An education), Keira Knighley (Expiación) y Andrew Garfield (Hasta el último hombre). A diferencia de la novela, mucho más rica en matices y en profundidad de la psique de sus personajes, la película opta por centrar su atención en el triángulo amoroso.
Aun así, la adaptación de Nunca me abandones logra transmitir la atmósfera plúmbea de la novela de Ishiguro, a veces pecando -ahora sí- de hieratismo debido a la falta de matices que sí son aprovechados en el texto. El regusto amargo es inevitable en ambas obras, pero también lo es sumergirse en la poética que entraña el relato y dar la mano de buen grado a la reflexión que se nos brinda.
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