‘Pesadillas’ – sin escalofríos


Zack es un adolescente que se acaba de mudar a Delaware con su madre. Aburrido, entabla conversación con Hannah, la vecina de al lado; ésta vive recluida por su totalitario padre, el señor Stine, que parece guardar más de un secreto. Estos saldrán a la luz de la forma más monstruosa posible.

Recordando Goosebumps

Hay dos tipos de espectadores para Pesadillas, una película que -yo supuse- pretende ofrecer un homenaje a la popular saga de novelas de R.L. Stine. Por un lado, estará el público que desconoce por completo el material literario, bien porque le ha pillado fuera de tiempo, bien porque jamás se interesó por dichas novelas. Y por el otro, están aquellos que crecieron devorando esas historias con portadas tan características, plagadas de monstruos, elementos perturbadores y algún que otro twist para no pegar ojo. Yo pertenezco al segundo grupo y por esa razón -lo siento, pero eso así- esta adaptación me ha enfadado más que otra cosa.

Intro de «Pesadillas», la serie de TV que adaptaba las novelas

Adaptando el universo de R.L. Stine

Que quede claro que me parece perfecto que Pesadillas no dé ni una gota de miedo. Leer las novelas de Stine suponía un entretenimiento inofensivo, con una suerte de moraleja disfrazada de soft terror. Todo era poco cruento, poco rebuscado y poco original. El guión se repetía una y otra vez: un niño o una niña se veían envueltos en un hecho paranormal. La familia no les cree, hay una lucha final y, normalmente, un twist final estremecedor. Pero hay que reconocer que eran historias con gancho y que, a día de hoy, aún las recuerdo con cariño.

Entonces, si una película como Pesadillas no pretende asustar… ¿cuál es el gancho? El film de Letterman decide apostarlo todo a la comedia familiar, con la pequeña traba de que las risas abundan tanto como los sustos, es decir, resultan inexistentes. Si a esto le añadimos un desarrollo mil veces visto y unos efectos especiales de cartón piedra, el resultado es un producto que se extiende demasiado, que en pocos momentos resulta efectivo y, en otros muchos, es irritante. No podía faltar tampoco el componente amoroso, tan azucarado que el propio Stine jamás lo hubiera aprobado en ninguna de sus novelas infantiles.

Pesadillas no hace justicia al imaginario de las novelas

En conclusión, fueras o no lector de Pesadillas, el resultado es el mismo: una película bastante facilona, que intenta beber de Jumanji pero que se queda en una suerte de Zathura. Los chistes no surten efecto y los monstruos llegan a unos niveles de inverosimilitud ciertamente curiosos para tratarse de una producción de 2015. Un entretenimiento muy, muy ligero con unas interpretaciones que, al menos, como el propio film, no dan repelús (exceptuando el papel de Champ, al límite del sonrojo ajeno).

Los que crecimos acumulando librillos de R.L. Stine en la estantería sólo obtendremos un par de pequeños guiños. Ver a Slappy en acción, uno de los personajes más logrados de las novelas, y el fugaz cameo del verdadero escritor, produce un ramalazo de nostalgia que casi podría justificar el visionado.

He dicho «casi».

Noemí Escribano

Comunicadora Audiovisual, lectora voraz y procrastinadora nata.

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