Call me by your name – desasosegante primer amor

De los muchos arquetipos y temas universales en los que el cine posa la mirada, el amor es, sin duda, aquel del que nos cuesta más desinvolucrarnos, ya que de una forma más dulce o más dolorosa (o una extraña mezcla entre ambas) en algún momento de nuestras vidas nos ha tocado de cerca. Es algo sobre lo que muchos se sienten expertos, pues una sola experiencia nos convierte en víctimas o verdugos, casi siempre más sabios y, a menudo, también un poco más cínicos. Es por esa razón que cuando se te presenta un título como Call me by your name, con esa aura de romanticismo memorable y punzante del primer amor, lo que esperas es, como mínimo, sentir cierta identificación con ese sentimiento, que sus personajes sean capaces de transmitirte lo que tú un día sentiste y que es posible que ahora contemples con cariño desde el cobijo del presente. 

En Call me by your name nos trasladamos a un lugar indeterminado del norte de Italia, en los años 80. Elio (Timothée Chalamet) es un chico de 17 años que vive los veranos entre libros y excursiones mil veces vividas; Oliver (Armie Hammer) es un joven ya maduro que viene a su casa a pasar las vacaciones como ayudante de su padre. A medida que pasan los días, la tirantez inicial entre ambos da paso a una atracción a la que terminarán por poner palabras y proximidad.

La fruta prohibida

Mi principal problema con el film de Luca Guadagnino es que no me creo la relación entre Oliver y Elio, motor (algo lento) de la narración que se prolonga durante más de dos horas. La presencia del personaje de Oliver, a pesar de la correcta interpretación de Hammer, me resulta totalmente fuera de lugar, una presencia que no termina de encajar, como si fuera un anacronismo en ese contexto italiano ochentero. Eso por no decir que encuentro cero química en su relación con Elio quien, a pesar de que la interpretación de Chalamet me parece lo más interesante del film, no siento que logre conectar con la de Hammer.

Y siendo ésta una historia que pretende explorar esa vertiente del amor formada por las oportunidades perdidas, el romanticismo del verano efímero y la exaltación del romance de juventud, sus buenas intenciones quedan desmontadas ante una base que se desmenuza como el melocotón de marras (una de las escenas más honestas emocionalmente de la película).

Amor en fuga

El segundo aspecto que me ha resultado algo exasperante en Call me by your name es una narración que, más que reposada, resulta paralizada en detalles que no me aportan nada como espectadora, lo cual me resulta curioso, porque son muchos los films cuya expresa lentitud me ha hecho disfrutar de grandes experiencias cinematográficas. Sin embargo, éste no ha sido el caso; la historia me resulta alargada en exceso, más cuando la supuesta preparación de ese amor en progreso me resulta – de nuevo – tan poco creíble como insulsa. Lo mismo me sucede con esa subtrama con la pobre Mazia, que se toma asombrosamente bien el curso de los acontecimientos – lo cual tampoco comprendo -.

Call me by your name ha supuesto una decepción para una servidora, que se esperaba una vibrante historia de amor basada en el realismo de esas experiencias truncadas y se ha encontrado en su lugar a un joven con ansias de romper su monotonía y a un adulto que decide echar una canita al aire antes de sentar la cabeza. Pero no una historia de amor, al menos no bilateral. Como aspectos positivos resaltaría de nuevo la franca interpretación de Timothée Chalamet, así como ese plano final capaz de representarnos a todos y cada uno de nosotros en el algún momento de nuestras vidas cuando el mundo se nos caía encima por la persona querida. Eso y el discurso del padre -increíblemente progre, también hay que decir- que asesta bellas verdades sobre el amor y sobre la marca indeleble que nos deja… tan lacerante como necesaria para dar buena parte de sentido a nuestras vidas.

Ficha Call me by your name Filmaffinity

Trailer Call me by your name

Noemí Escribano

Comunicadora Audiovisual, lectora voraz y procrastinadora nata.

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