‘Bliss’ – animales nocturnos
En la universidad tuve una profesora que, en vez de decir “descenso a los infiernos”, decía “descenso a los enfermos”. Ambas frases podrían aplicarse perfectamente a Bliss, una inmersión total en el viaje alucinógeno de una artista desesperada por recuperar la inspiración. Es muy posible que esta película no sea para todos los gustos, pero sin duda habrá un amplio sector -sentíos aludidos los acérrimos al Midnight X-Treme del Festival de Sitges– que disfrutará de esta estimulante propuesta.
Bliss, el éxtasis del abandono
Dezzy Donahue (Dora Madison) es una pintora estancada creativamente. Con tal de recuperar a su musa perdida se entrega por completo a las drogas y al alcohol. Esto iniciará una caída en picado que no será capaz de controlar y que la llevará por senderos mucho más oscuros de los que podría haber imaginado jamás.
Ver Bliss similar a lo que debe ser adentrarse en otra dimensión. Una que destaca por ser especialmente decadente y sucia, muy alejada de la luminosa Los Ángeles que el cine se empeña en mostrarnos una y otra vez. Es probable que ambas ciudades coexistan en el plano real, pero aquellos que han sacado partido a la desmitificación del glamour californiano son minoría. Mostrar esa cara menos agraciada de LA era la intención Joe Begos, director de la cinta, quien no contento con introducirnos en la vorágine alucinógena de una artista que ha tocado fondo, arriesga añadiendo lo fantástico a la ecuación.
La película no sólo juega a plasmar lo lisérgico, sino que se recrea dando riendo suelta a los instintos más primarios, donde el sexo, la evasión psicotrópica y la sed de sangre conviven en una noche que parece no terminar jamás. Dezzy se niega a aceptar su falta de inspiración y se abandona a las lagunas mentales y a un frenesí que no puede controlar para hacer realidad su obra maestra. Una obra que puede ser fruto de su subconsciente o que quizás está inspirada en algo mucho más sórdido…
La inspiración desnuda
Bliss cuenta con la base firme de una protagonista entregada y en estado de gracia. Dora Madison hace creíble todos y cada uno de sus estados -incluyendo los más desatados- y, gracias a ello, la película resulta deliciosamente visceral . A ello hay que sumarle una fotografía granulosa muy adecuada, saturada de colores y sensaciones. Como si el viaje de su protagonista se tradujera en una sinestesia de tonos neón y en la calidez grumosa de la sangre copando los delirios.
Bliss es una fiesta para los sentidos y parece haber sido creado por un equipo que disfrutaba de lo que hacía. Notar el entusiasmo es revitalizante, aunque provenga de un chorro de sangre particularmente gore. Eso u observando cómo se han trabajado los diferentes recursos visuales para convertir una idea sencilla en algo fascinante de principio a fin. Y es que, si hay una etiqueta en que no se pueda encajar Bliss es “convencional”.
Ficha Bliss en Filmaffinity
Tráiler Bliss