May the fourth be with you: una historia de Star Wars

Fotografía Noemí Escribano

Hoy voy a contaros una historia.

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy cercana… bueno, de hecho no fue hace tanto tiempo, pero a mí ahora mismo me parece una eternidad. Tenía 16 años; era uno de esos largos veranos en los que era fácil perder la noción del tiempo y yo…no había visto la saga Star Wars. O al menos nada más allá que La amenaza fantasma unos cuantos años atrás.

¿Qué queréis? En mi casa no se idolatraban “Leias” ni se practicaba la religión jedi, de modo que era una completa profana. Mi círculo de amistades tampoco era demasiado friki en aspectos cinéfilos; no como en mi caso, que consumía los meses de vacaciones viendo (y repitiendo) películas o despachando un libro tras otro.

[Ahora que lo pienso, eran tiempos de una simplicidad fabulosa]

Todo el mundo andaba bastante revolucionado. Se iba a estrenar en los cines La venganza de los Sith, la película que iba a servir de engarce entre la trilogía original y la nueva; mucha gente ya había afilado sus plumas para destrozarla sin compasión, mientra que otros tenían la esperanza puesta en una última (ejem) película de Star Wars que le diera el desenlace merecido. Yo podía no ser fan de Star Wars, pero lo que no podía era permanecer ajena a tal revuelo mediático (y eso que no existían las redes sociales). En aquellos días veía bastante televisión (ahora mi consumo es nulo y formo parte de la audiencia Netflix) y recuerdo que una de las cadenas más importantes de la TV realizó una jugada maestra: programó cada semana una película de la saga Star Wars en orden cronológico.

Alguna vez me han preguntado si no me parecía incómoda la idea de ir al cine sola. La cuestión es que es imposible que me resulte raro estar frente a una pantalla, por grande que sea, sin nadie más que yo misma; la mayor parte de mi educación cinematográfica la he vivido de esa manera. Desde las primeras cintas infantiles hasta los primeros tanteos con el cine experimental, la mayor parte de los films los he visionado por mi cuenta, incluso los de terror, cuando les cogí el gusto.

Traigo esto a colación porque, la idea de ver la célebre saga en progresión, a la espera de la ansiada hora en que (se suponía) debía empezar, una vez por semana y, sobre todo, por mi cuenta, me hizo especial ilusión. En definitiva: lo convertí en un evento; debo decir que, en buena parte, le debo mi amor por el cine a esas pequeñas felicidades en formato celuloide que descubrí en épocas de stand by como el verano. Cuando te pasas las vacaciones en casa, sin viajar, y con la mayoría de los amigos fuera, hechos como éste se vuelven determinantes.

De modo que así fue: primero volví a ver La amenaza fantasma, y me pareció aún más ñoña que la primera vez, Jar Jar Bins aún más odioso… aunque la encontré entretenida. Y reconozco que volví a vibrar con la batalla entre Qui-Gon Jinn y Darth Maul. El ataque de los clones me gustó más: puede que mi visión actual acuse de un exceso de azúcar, pero sobre todo recuerdo sentirme conmovida por la banda sonora y por los indicios de la tragedia inminente. La semana siguiente tocó otra sesión, esta vez en compañía y en pantalla grande: se estrenaba La venganza de los Sith, la que a día de hoy sigue siendo mi película favorita de Star Wars. Sólo diré que la batalla entre Anakin y Obi-Wan consiguió hacer que se me saltaran las lágrimas.

Y la semana siguiente… la semana siguiente fue muy especial. Porque entré en contacto por primera vez en mi vida con la saga original de Star Wars, más allá de imágenes icónicas y parodias. Me cuesta diferenciar entre los episodios IV, V y VI, no porque los confunda, sino que porque me parece que contienen una solidez extraordinaria y que engarzan a la perfección los unos con los otros. Entendí todo el fanatismo al ver en acción al Han Solo más bravucón y a la Leia más guerrera. Y sobre todo, sentí esa magia que se siente cuando ves en pantalla algo único, especial y que deja huella.

Así que puede que mi toma de contacto con Star Wars no haya sido tan épica o tan determinante como para otras personas, que la vivieron en la niñez, pero en mi recuerdo quedarán esas seis semanas del verano de 2005, que debía llenar con algo, por insulso que fuera, y que terminaron siendo ocupadas por todo un mundo galáctico.

Noemí Escribano

Comunicadora Audiovisual, lectora voraz y procrastinadora nata.

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