‘Pétronille’ – Amélie Nothomb

Amélie Nothomb es una de esas escritoras que prácticamente se ha convertido en una amiga a través del tiempo y de las lecturas. Siempre llego a sus novelas cortas de la misma manera, igual que cuando la conocí en Estupor y temblores. Su retrato me observa desde el mar de cubiertas de las novedades de la biblioteca. Y siempre, invariablemente, el libro termina en la pila que me acompaña a casa. Pétronille, igual que muchas otras novelas de Nothomb como Ni de Eva ni de Adán o Barbazul, cuenta con grandes dosis de humor e ironía. También, se lee como una radiografía nada complaciente de su protagonista -ella misma- aunque parte de la gracia radica en desconocer hasta qué punto esto es puramente ficcional. 

Pétronille, la compañera de borrachera (casi perfecta)

En Pétronille, Amélie Nothomb narra sus aventuras buscando a un compañero o compañera de bebida. Gran aficionada al champán y defensora de la experiencia etílica como un ritual a experimentar de forma casi existencialista, la escritora se topará con la horma de zapato al descubrir a la peculiar Pétronille Fanto. Ella es una lectora de sus novelas con la que Nothomb conecta a pesar de tener ser tener orígenes y estilos de vida muy distintos. Pétronille podría ser, de alguna manera, el reverso oscuro y menos refinado de ella, una muchacha acostumbrada a decir lo que piensa, a llevarlo todo al límite y con innegable talento literario. 

Pétronille Amélie Nothomb

Efervescencia etílica

Es muy divertido ver como la mordaz -pero al mismo tiempo, apocada Nothomb- converge con Pétronille, descarada y auténtica hasta la extenuación. Ambas mantienen una amistad que se mantiene a través de los años, regada por su devoción a la bebida, como si de un elixir espiritual se tratara. Sin embargo, se mantienen una junto a la otra gracias a la admiración mutua; algo que, a medida que transcurren los años, se va retorciendo en una toxicidad aderezada de éxitos, fracasos, borracheras y existencialismo corrosivo. 

“La embriaguez no se improvisa. Es competencia del arte, que exige dar y cuidar. Beber sin ton ni son no lleva a ninguna parte.”

De nuevo, entramos en el juego de pensar qué partes volcadas por Nothomb en sus novelas son fragmentos de ella misma y cuales son meras -y no por ello menos interesantes- licencias literarias. Pero el de Nothomb constituye, una vez más, la clase de aperitivo que, cuando me hallo en la indecisión previa a elegir lectura, me hace recuperar el apetito literario. Todo gracias a sus historias, plagadas de ingenio, que dejan entrever una personalidad poco convencional capaz de enganchar al lector.

Surrealismo y empatía de Amélie Nothomb

Cabe destacar el hilarante -aunque algo desconectado- fragmento de su encontronazo con Vivienne Westwood. En él, Amélie Nothomb logra, una vez más, que sintamos empatía por su versión más incómoda y loser -los efectos de la rápida identificación-. La escritora belga no se priva de añadir un desenlace surrealista que resulta un adecuado sumun de los miedos y pensamientos que rondan la mente de Nothomb. Ella adora y, al mismo tiempo, teme a Pétronille, capaz de expresar las cosas de una manera que ella misma no se atrevería. Y es que, resulta difícil no sentir esa lógica que nos avisa con tono de “ya te lo dije”:  seguir a aquellos que se sitúan voluntariamente más allá de la línea nos coloca, irremediablemente, en el lado salvaje de las cosas. 

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