El malentendido – Irène Némirovsky
Resulta fascinante cuando un escritor logra atrapar con su escritura sentimientos difíciles de explicar en palabras; es una de las magias de leer un libro, cuando sobrevuelas un párrafo o una línea que expresa de forma perfecta una emoción a la que no has logrado dar forma mediante el verbo. Y a pesar de que El malentendido es una novela escrita en los años 20, su autora consigue en todo momento conectar con las vivencias de los lectores que en algún momento han experimentado el amor -sus síntomas y consecuencias-.
Yves es un hombre que de pequeño vivió rodeado de los lujos de una buena posición económica, pero que tras la guerra se ve obligado a trabajar en una oficina, empleo que considera su cárcel personal. Agobiado por su modo de vida y por un sueldo que a duras penas le permite caprichos, su único escape consiste en las vacaciones de verano anuales. En las playas de Hendaya, bajo los ardientes rayos de sol, conoce a Denise, una mujer casada que pronto se convierte en su amante; no una más a la que descartar tras unos cuantos escarceos, sino una figura necesaria bajo la cual cobijar un corazón insensibilizado tras los sufrimientos de la guerra y de la austeridad.
La escritora ucraniana Irène Némirovsky, popular por obras como Suite francesa, compone una novela corta pero intensa, a la que no le sobran páginas ni le faltan sentimientos. Es más sencillo comenzar apuntando la única nota discordante, más debida a la época en la que se escribió la historia que a las capacidades la autora, por otra parte fuera de toda duda. Y es que algunos de sus apuntes sobre las actitudes y formas de actuar de las mujeres -supeditación y mansedumbre- caen en un inevitable (y afortunado) mal envejecer.
Al margen de esto, Némirovsky es tremendamente atinada a la hora de indagar en la psicología de sus dos protagonistas, especialmente en la mente de Yves. Es curioso (aunque no tanto) que como mujer me sienta mucho más identificada con él, con su desánimo fruto de una rutina laboral que desdeña y por la incapacidad de abandonarse por completo al amor cuando éste supone el sacrificio de quedar enclavado a un lugar lugar. Al fin y al cabo, el Yves de El malentendido también podría ser el retrato de cualquier mujer del siglo XXI con inquietudes y sueños.
Denise, por el contrario, representa la figura de alguien todavía sumido en la inmadurez a pesar de la edad, incapaz de captar las sutilezas de determinadas acciones que, justificadas o no, suponen señas evidentes de un carácter difícil y urdido en tiempos mal dados, donde resulta sencillo “sobremadurar” si se producen las circunstancias adecuadas para ello. Tanto Denise en la fogosidad de su amor como Yves en la frialdad con la que se refugia en la relación están destinados a quererse y a sufrir por ello.
“El malentendido” que da título a la novela y que descubrimos pocas páginas antes de terminar es tan sólo un evento inevitable, no tanto en forma como en concepto. Y es que tantas canciones hablando sobre amor de forma desdichada no pueden estar equivocadas; es un sentimiento que se introduce como un veneno, que puede llegar a hacerte sentir enfermo, a quitarte el hambre, a aniquilar tu energía, pero que también puede revitalizarte como una luminosa mañana de primavera. Yves y Denise lo saben, y aun así se dejan llevar por la corriente, igual que hacemos la mayoría, aunque en nuestro interior sepamos que nos vamos de cabeza al abismo.