Stella – cuando los niños no quieren ser como los adultos
En un momento dado de Stella hay un plano en que se ve a dos niñas yendo en bicicleta por una carretera solitaria. La cámara, situada frente a ellas, las sigue en ese fragmento de inocencia y felicidad, un paréntesis en unas vidas nada fáciles, y a mí, por alguna razón, me hace pensar en la nouvelle vague y en la fuga de Antoine Doinel en el desenlace de Los 400 golpes. Lo bueno y lo malo de la infancia es tener la oportunidad de tener una vida distinta pero no saber si lo vas a lograr.
Stella Vlamink (Léora Barbara) es una niña de once años que vive en el París de los años 70. Su background no es el más usual; sus padres regentan un bar que, al mismo tiempo, funciona como su vivienda, de modo que Stella está acostumbrada a moverse en un ambiente nada recomendable para su edad, donde el alcohol, la violencia y el juego son estímulos frecuentes a su alcance. Como ella misma razona en una de las reflexiones que hace a lo largo de la película, sabe mucho de pinball, de música popular e incluso de cómo se hacen los niños, pero en cuestiones de conocimiento general resulta prácticamente una ignorante.
Su integración en el colegio no es nada sencilla; no es hasta que conoce a Gladys, una niña procedente de una familia acomodada y culta, cuando Stella empieza a cuestionarse su propio mundo y a pensar en las oportunidades que podría aprovechar para cambiar su futuro.
Los films en los que el foco se posa en la mirada infantil suelen tener una especial efectividad a la hora de mostrar una radiografía particularmente cruda del mundo adulto, tanto de sus hipocresías como de sus incomprensiones. En este film de Sylvie Verheyde la mirada constante -y magnética- de Stella nos muestran un ambiente ingrato donde los adultos no ejercen como tales: sus padres no se preocupan por proporcionarle un entorno seguro y apropiado para su edad, mientras que sus profesores tampoco ven más allá de una niña de suburbio potencialmente problemática y echada a perder por su procedencia. Nadie le da una oportunidad y Stella, a la tierna edad de once años, ya está condenada. A menos que ella decida cambiar las cosas.
Si hay dos elementos a destacar de esta película son su gloriosa ambientación y la interpretación de Léora Barbara. Los años setenta son perfectamente representados a través del vestuario y de una música que aporta un efectivo toque melancólico a tono con el estado emocional de Stella, en constante lucha consigo misma. Por otro lado, Léora ofrece una interpretación natural e hipnótica; la cámara sigue a la actriz constantemente y es normal, ya que el espectador queda prendado de su forma de entender el mundo, inteligente y perspicaz, a pesar de tenerlo todo en contra. La única lacra de mostrar su realidad a través de este único filtro es que nos quedamos con una visión algo limitada; pero, al final y al cabo, el film se llama Stella y trata precisamente sobre ella, sus canciones a media voz y sus miradas repletas de comprensión.
Ficha Stella Filmaffinity
Trailer Stella