Las estrellas de cine no mueren en Liverpool – cuando se cierra el telón
Suena Song for Guy de Elton John y observamos cómo una mujer coloca meticulosamente sus enseres de maquillaje encima de un tocador. Así da comienzo Las estrellas de cine no mueren en Liverpool, con una escena que podría funcionar como una mera abertura, pero en realidad nos dice mucho: la manera tan pausada de extraer cada uno de esos objetos y el aura de nostalgia que emana de la música nos hace pensar que ese ritual entraña todo un mundo de recuerdos, del tipo de los que implican toda una vida.
Las estrellas de cine no mueren en Liverpool funciona a modo de biopic selectivo; si en el momento previo a nuestra muerte alguien nos pidiera que rememoráramos la mejor época de nuestra vida, cada uno se decantaría por aquella cuyas vivencias tuvieran un mayor calado personal. En el caso de la Gloria Grahame y del Peter Turner de este film, ambos optan por revivir de forma fragmentada los años en que se conocieron, se enamoraron y fueron capaces de sentir en toda su intensidad la emoción del amor correspondido, incluso a pesar de que estas vivencias quedaron teñidas por el amargo sabor de la distancia y del sufrimiento.
Sin duda, el mayor exponente a la hora de disfrutar esta película de Paul McGuigan es la tremenda química existente entre Jamie Bell y Annette Bening como Peter y Gloria, dos amantes cuya diferencia de edad no supone un problema a la hora de vivir una apasionada relación. La cinta combina el uso luminosos flashbacks con un presente sombrío, de manera que vamos descubriendo retazos de la relación entre ambos personajes, él un actor en ciernes luchando por encontrar su lugar en el mundo, ella una antigua gloria del cine dorado de Hollywood con su aura de glamour y de picardía aún intactos. Pasado y presente colisionan en una vorágine de sentimientos que se sienten pero que, por fortuna, no sobrepasan el exceso de azúcar, cosa que podría haber arruinado la honestidad con la que está narrada su historia de amor.
A mí, particularmente, Las estrellas de cine no mueren en Liverpool me ha servido para redescubrir la figura de Gloria Grahame, una actriz que tuvo una vida de cine dentro y fuera del escenario, y que defendió la máxima “el espectáculo debe continuar” casi hasta su último aliento. Me resulta especialmente conmovedora el aura que Bening consigue insuflar a su personaje, mezcla entre una sensualidad tan teatral que resulta casi inocente y entre los estallidos de verdad tan reales que sólo pueden ser propiciados por el dolor, tanto físico como mental. La cinta está rodada incidiendo en una propuesta más clásica y rebosante de luz para los flashbacks y optando por una mayor sobriedad en un presente doloroso, donde los efectos para mezclar ambos tiempos diluyen las fronteras emocionales de los personajes, como casi siempre sucede en esos reencuentros capaces de sacudir los pilares de toda una existencia.
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