El hilo invisible – esclavos de los fantasmas

El hilo invisible

Los entresijos de la psicología humana son, por desgracia, un elemento que el cine no explota tanto como debería. La mayoría de las veces asistimos a producciones en las cuales la mayor parte de las situaciones se resuelven según causa inmediata-efecto, donde los personajes reaccionan de manera instintiva sin ir más allá en su trasfondo emocional o en su bagaje vital. En El hilo invisible, por el contrario, nos encontramos ante una película que da vueltas en torno a una psique enquistada que se ve obligada a evolucionar (o como mínimo, a removerse en el sitio). Y todo ello envuelto en una exquisita ambientación, tan atrayente como opresiva.

La clave maestra

Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) es un importante modisto que vive por y para su profesión. De naturaleza obsesiva y algo tirana, un día conoce a  Alma (Vicky Krieps), una joven de aspecto modesto y modales cándidos, y queda cautivado por ella. De la noche a la mañana, Alma se convierte en su musa, pero también en el centro de sus desaires y manías; la joven tendrá que competir por sus afectos, normalmente fijados en sus diseños y en la devoción por su hierática hermana Cyril (Lesley Manville) , así como en ir descubriendo ciertos recovecos de su personalidad.

Estamos de acuerdo (creo) en que podemos disfrutar filmes de todo tipo, a veces sin comprender muy bien los motivos, otras veces sabiendo claramente y de forma racional qué aspectos nos han fascinado. En El hilo invisible tenemos una historia que, desde buen principio, resulta interesante, pero en cuyo desarrollo va desprendiéndose de las prendas como si fuera un cuerpo hasta mostrar un interior desnudo tan perturbador como fascinante. Todo ello con las virtudes de la atinada dirección de Paul Thomas Anderson, un diseño de vestuario exquisito y unas interpretaciones fuera de toda cuestión (estamos hablando de Day-Lewis, aunque sus partenaires no se quedan atrás).

La trama que todo lo envuelve

La trama invisible que en un principio no podemos ver y a la que alude el título conforma una especie de tejido transparente que envuelve las relaciones entre los personajes; nada es sumamente explícito, sino que es tratado con una perversa elegancia que nos lleva a la comprensión total de una manera que se paladea como un buen plato, sobre todo en una escena que prácticamente se desarrolla en silencio y que es francamente maestra. Llegamos a entender a Reynolds y adivinamos la intuición de Alma mediante una lucha de poder, muy definida en un primer momento, que se va diluyendo a medida que les observamos en la intimidad de sus gestos y acciones, a medida que las cartas se van colocando sobre la mesa (de costura).

El hilo invisible me ha fascinado por todo ello, así como por la evolución (o involución) de sus personajes, por las largas miradas que sustituyen conversaciones enteras y por ese desenlace lleno de comprensión sobre unos y otros. Toda en una historia de amor que va forjándose poco a poco y no de la manera esperada. Y es que Reynolds, nada más comenzar, sólo siente amor por la forma cómo sus diseños realzan las figuras de sus modelos, pero por nada más aparte de su familia, que encierra mucha miga. Alma es una joven que, como la joven esposa de Maxim en Rebeca, se ve transportada a su particular Manderley – tan exquisito como tenebroso-, con señora Danvers incluida, pero que busca la fortaleza en ese amor que siente y por el que no duda en ir deshaciendo la madeja hasta que sólo quede un esbozo desnudo.

Ficha El hilo invisible Filmaffinity

Trailer El hilo invisible

Noemí Escribano

Comunicadora Audiovisual, lectora voraz y procrastinadora nata.

2 Respuestas

  1. Zamine Nash dice:

    Increible critica! Elegante y sofisticada como se merece esta película. Un saludo.

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