‘Verano’ del 84 – la oreja de Blue Velvet

Seguimos con las críticas del Festival de Sitges 2018; esta vez toca centrarnos en una producción que resucita una vez más los años 80. Eternos veranos, barrios residenciales y chavalines en bicicleta resolviendo misterios. No estamos hablando de Los Goonies, Cuenta conmigo o de IT, sino de Verano del 84, dirigida por Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whissell.

Regreso a los años 80

Un grupo de adolescentes capitaneado por un muchacho experto en ver conspiraciones donde -supuestamente- no las hay empieza a investigar a uno de los vecinos de una tranquila comunidad estadounidense. ¿El motivo? Cabe la sospecha que este considerado miembro del vecindario sea un asesino en serie de muchachos.

Verano del 84 es una cinta que incluye muchos elementos reconocibles. A estas alturas ya nos son más que familiares las marcas de identidad de la década de los 80. Por si no teníamos suficiente con haber crecido -maravillosamente- viendo Regreso al futuro, producciones como Stranger Things o Super 8 se han encargado de inundarnos de nostalgia. De esta manera, la película se nutre de una aura ochentera donde los paseos en bicicleta y las radios para comunicarse con los amigos al caer la noche son parte de la rutina diaria.

Hay que tener en cuenta que, durante el tramo inicial de Verano del 84, tanto la parte detectivesca como la representación de los protagonistas y del vecindario es amable y ligera. Una referencia para captar dicho tono sería la película Noche de miedo, aunque esta vez la cosa no vaya de vampiros sino de algo más humanamente perverso.

Verano del 84 y su giro inesperado

Todos estos recursos tan sobados -no faltan ni los recreativos ni la “chica de al lado”- están dispuestos para que el espectador se relaje. Lo familiar de contemplar a un grupo de chavales que triunfa sobre el mal y trae de vuelta la normalidad a su pequeña comunidad carece de sobresaltos. ¿No?

Sin embargo, y aunque debo decir que la mayor parte del visionado de Verano del 84 pasa sin pena de gloria, precisamente a ese exceso de escenarios comunes, su magia recae en el tramo final. Y es que la película brinda un viraje de tono tan macabro como aquella oreja cortada que daba inicio al filme de David Lynch Terciopelo azul. Lo cotidiano da paso a la nota discordante, una situación muy lejos de asemejarse a una aventura que rememorar en la casa del árbol.

Sin su final, distinto y tan poco normativo a lo que estamos acostumbrados en cintas de este calibre, Verano del 84 quedaría relegada al olvido, a ser «una más» de las obras encargadas de idealizar los años 80. Por suerte, los directores de la cinta brindan un final descorazonador, que penetra en la memoria y catapulta la película a un lugar más digno donde quedarse y echar raíces.

Ficha Verano del 84 Filmaffinity

Trailer Verano del 84

Noemí Escribano

Comunicadora Audiovisual, lectora voraz y procrastinadora nata.

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