Qué ver en Bruselas: viaje a la capital belga
Antes irnos de vacaciones a Bruselas, varias personas me habían dicho que la ciudad les había parecido “fea” y poco turística. A nosotros, por el contrario, la capital belga nos pareció un lugar con mucho encanto, repleto de lugares interesantes que visitar. Es posible que la incuestionable belleza de ciudades vecinas como Gante o Brujas haga palidecer a esta urbe, pero aun así Bruselas merece la visita.
Y si no, juzgad vosotros mismos con esta crónica fotográfica sobre nuestro paso por la ciudad. Recordad que si reserváis alguna atracción o tour en cualquiera de los enlaces de Get your Guide que hay repartidos a lo largo del texto, me ayudaréis a que esta página web continúe su actividad 🙂
Llegada a Bruselas
Llegamos por la mañana a Bruselas, tras tomar el tren en el aeropuerto. En nuestro caso, nos fue perfecto tomar el tren 59 Braine – l’Alleud/ Elgenbrakel hasta Brux. Schuman. Nuestra primera parada fue para dejar el equipaje en el Thon Hotel, un sitio práctico y económico que se encuentra muy cerca del Parlamento Europeo, cuya visita es una de las mejores cosas que hacer en Bruselas. Eso sí, tened en cuenta que si os hospedáis por esta zona, no hay prácticamente restaurantes ni supermercados cerca.
Siempre recomendamos los tours gratuitos de las ciudades a las que vamos… ¡aunque nosotros siempre terminamos yendo por nuestra cuenta! Pero a través de un guía local podéis llegar a conocer muchas más curiosidades de la ciudad, eso sin duda 😉
Catedral de San Miguel y Santa Gúdula
Lo bueno de nuestro hotel -algo que siempre recomiendo a la hora de buscar alojamiento- era su buena localización, ya que se encontraba junto a una estación de metro que conectaba con diversos puntos de interés a muy poca distancia. De esta manera, tomamos el metro en Maelbeek y nos bajamos en la parada de la Gare Centrale para nuestra primera visita: la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula.
La catedral, cuyo nombre original es Cathédrale Saint-Michel et Sainte-Gudula, está muy bien conservada. De estilo gótico, su construcción empezó a principios del siglo XIII sobre una construcción románica. El edificio fue sometido a restauraciones durante la década de los 80, y su interior ha sufrido varios saqueos, lo que explica su sobriedad. Además de las preciosas vidrieras y de su púlpito tallado en madera (de 1699), la catedral cuenta con la Capilla del Santísimo Sacramento, muy bien protegida por un pórtico de hierro. Es la principal iglesia católica de Bélgica y se puede visitar cómoda y gratuitamente.
Galerías Saint Hubert
Tras la visita a la Catedral, pasamos a explorar parte del centro de Bruselas. Uno de los puntos que no podéis omitir son las famosas Galerías Saint Hubert, con su precioso techo acristalado. Dentro hay muchas tiendas de dulces y chocolates, de manera que los más golosos podréis hartaros de la parte más dulce de su gastronomía. En las proximidades hay muchos bares, algunos tan populares como A la Mort Subite, aunque ya os aviso que los precios no son los más asequibles de la ciudad.
Grand Place
Sin duda, la Grand Place era uno de los lugares que más ganas teníamos de visitar y uno de los puntos más hermosos de la ciudad. La plaza impresiona por sus dimensiones y por la arquitectura de los edificios que la conforman, incluyendo el edificio gótico del Ayuntamiento de Bruselas. Merece la pena visitarla tanto de día como de noche, con sus edificios iluminados creando toda una postal muy fotogénica.
Justo al lado de Grand Place encontraréis la estatua de Everard t’Serclaes. Este ciudadano belga vivió en la capital durante el siglo XIV y es famoso por liberar la ciudad durante la Guerra de Sucesión del Ducado de Brabante. Se dice que tocar el brazo de bronce trae buena suerte y/o te hará regresar a Bruselas. Ya sabéis; ¡allá donde fueres, haz lo que vieres!
La ruta «Pis»
El Manneken Pis es uno de los símbolos de Bruselas y, aunque la pequeña estatua no impacta demasiado, siempre es curioso pasear hasta encontrarla. La hallaréis en los alrededores del Grand Place. También podéis buscar a su versión femenina, Jeanneke Pis, algo más difícil de encontrar (en la calle Impasse de la Fidélité), y su versión canina, algo más alejada, llamada Zinneke Pis.
Para reponer fuerzas tras tanta búsqueda lo mejor que podéis hacer es deleitaros con su gastronomía local. La santísima trinidad belga no resulta demasiado saludable: patatas fritas, gofres y chocolate. También, podéis optar por probar los productos del mar -los mejillones son una de sus especialidades-, así como su versión algo menos saludable, las moules-frites (mejillones con patatas fritas). Por supuesto, también es muy recomendable catar su gran variedad de cervezas artesanales. Hablando de cervezas, si hay algo que resulta imprescindible es la visita al Delirium, situado muy cerca de la peatonal Rue des Bouchers.
Esta calle contiene muchísimos restaurantes enfocados a los turistas, de modo que es perfecta para realizar una buena ruta de bares belgas. Aunque si preferís disfrutar del ambiente nocturno, la visita al Delirium por la noche os dejará más que satisfechos. Este bar dispone de una carta de cervezas inacabable que fascinará a los amantes de esta bebida. Os animo a que probéis la bebida que da nombre al bar: la Delirium Tremens es una cerveza potente, pero está deliciosa.
Precisamente, cuando un par de días más tarde nos dispusimos a buscar el Zinneke Pis -lo encontramos, pero la foto es de pésima calidad- nos topamos con una zona de bares muy animada que resultó la alternativa perfecta a la famosa Rue des Bouchers. La zona está situada cerca de la Place Saint-Géry, donde también podréis encontrar otro de los famosos murales de cómic que alberga la ciudad.
Nosotros nos quedamos en el Imanza, un acogedor shisha bar donde cumplimos de nuevo nuestra tradición turística de fumar tranquilamente una cachimba de menta y uva para descansar de tanta caminata.
El Palacio de Justicia
Uno de los lugares de Bruselas que más nos impactaron fue la visita al Palacio de Justicia. Llegar desde Grand Place es muy sencillo: tan sólo que hay que descender por la Rue des Minimes dando un agradable paseo.
Al final de la calle, se puede tomar una ascensor para acceder a una pasarela que conecta directamente con el Palacio de Justicia. Prácticamente vacío de turistas, tuvimos que pasar un pequeño control para acceder al gigantesco vestíbulo, que te hace sentir verdaderamente diminuto. Tiene más de 100 metros de altura y impresiona bastante contemplarlo. ¡Merece la visita!
De camino al Parque de Bruselas y pasando de largo el Palacio Real de Bruselas, nos encontramos con el Jardin du Petit Sablon, un pequeño parque encantador.
Old England y Mont des Arts
Si sois de los que queréis reservar algo de tiempo a la parte cultural más artística, podéis visitar el Museo de Magritte. Este edificio contiene una enorme colección de este artista surrealista belga, con más de 250 obras. Tras la visita, no os podéis perder pasar por el Old England, un edificio de Art Nouveau donde se encuentra el Museo de Instrumentos Musicales.
Desde allí, lo mejor es descender hacia el Mont des Arts, cuyas vistas panorámicas y ambiente merecen indudablemente la pena. No os perdáis el curioso carillón del Mont des Arts, que da paso al casco histórico de la ciudad.
Atomium
Desde aquí, tomamos un tranvía para visitar el Atomium, la famosísima escultura atómica que resulta bastante curiosa de contemplar. Se encuentra algo alejada de la parte céntrica de la ciudad, pero el paseo en transporte público resulta muy agradable. Además, mientras realizamos el recorrido, una amable señora nos explicó que las vías por donde estábamos pasando tiempo atrás eran de uso exclusivo de la monarquía. Nada extraño, por otra parte, ya que el Atomium se encuentra muy cerca del Castillo Real de Laeken, residencia del rey belga.
Aquí cabe comentar un hecho totalmente anecdótico pero que puede dar algunas ideas a quienes lean este artículo. Y es que, durante la visita al precioso parque de Laeken, mi pareja decidió que era el lugar perfecto para pedirme que me casara con él. Sin duda, el sitio resultó muy indicado, ya que está lleno de rincones hermosos en plena naturaleza. La odisea que sufrió para llevar escondido el anillo tras el control del aeropuerto y del Palacio de Justicia -y que no pitara, desvelando el pastel-, podría dar perfectamente para otro post. ¡Para que luego digan que Bruselas no puede ser romántico!
Invernaderos Reales de Laeken
Tuvimos la gran suerte de que nuestra visita a Bruselas coincidiera con un evento tan restringido en el tiempo como es la apertura de los Invernaderos Reales de Laeken. El acceso al complejo real y a sus invernaderos de cristal nos costó 2.50€ por persona y mereció mucho la pena, ya que los edificios acristalados están repletos de flores y plantas de todo tipo.
Uno de los invernaderos tiene como nombre Jardín de Invierno, y sus techos de cristal son tan altos que permiten albergar palmeras -muchas de ellas pertenecientes a la época del rey Leopoldo II. La ruta para visitar los diferentes espacios incluye vislumbrar unos preciosos jardines de estilo japonés, y aprovechamos bien el recorrido de hora y media mientras caían las últimas luces del día (era el primer día del evento, y el único acceso disponible estaba fijado de 20h a 21:30h).
Tras la visita, tomamos un autobús que nos llevó al centro de Bruselas. Aquí, cometimos un fallo de cálculo tan básico como no planificar la cena. A las 22h la mayoría de los lugares para comer estaban cerrados, y nuestro leve conocimiento de la zona nos hizo recorrer a pie varios kilómetros hasta encontrar un McDonalds que nos salvara de irnos a la cama sin cenar. Totalmente exhaustos, caímos rendidos en el hotel.
Este fue nuestro primer día completo en Bruselas. Durante los días siguientes, nos dedicamos a realizar varias excursiones y a aprovechar los pequeños ratos a la vuelta para seguir explorando a la ciudad. Estas son las otras visitas que realizamos durante el viaje:
Rue Neuve
Esta calle peatonal está repleta de tiendas y resulta perfecta para realizar algunas compras. Precisamente, tratando de llegar a esta calle, nos topamos con la Plaza de los Mártires, cuyo nombre hace referencia a los mártires que cayeron durante la guerra de independencia en Bélgica. Están enterrados en esta plaza, y si bien no resulta espectacular como la Grand Place, sí que sobrecoge el significado que tiene para los belgas.
Algo más adelante, tratando de llegar al Jardín Botánico -finalmente desistimos- realizamos un pequeño recorrido que nos resultó curioso por ser parte del encanto de perderse en una ciudad desconocida.
Si tenéis tiempo, resulta curioso visitar los alrededores de la Iglesia de Sainte Catherine, con la Fontaine Anspach justo enfrente:
El museo del Cómic
No es ningún misterio que en Bruselas el mundo del cómic está muy presente. Muchas de sus calles esconden murales espectaculares con algunos de los mayores iconos del cómic belga. De hecho, existen rutas para ver la mayoría de estos murales, aunque simplemente paseando os toparéis con muchos de ellos.
También, podéis optar por visitar el Museo del Cómic; para los fans de Tintín, este lugar es ineludible, ya que tiene un protagonismo especial. El museo, cuya entrada vale 10€, contiene más de 6.000 cómics -en francés- y cuenta con varias áreas diferenciadas. Una de ellas está dedicada al proceso de creación de los cómics, mientras que el “Espace Saint Roche” se centra en la ya citada colección.
La zona conocida como “le Musée de l’Imaginaire” trata de los orígenes de los tebeos y de sus personajes clásicos. Debo decir que, para nosotros, la visita resultó un tanto decepcionante. La mayoría de la exposición se encuentra en francés y resulta más un lugar de culto y homenaje que una exposición explicativa sobre el mundo del tebeo belga.
Nuestra última parada antes de regresar al hotel a por las maletas e iniciar la vuelta a Barcelona fue tomar otra deliciosa cerveza en el bar Delirium. El lugar tiene buen ambiente a todas horas, y la ventaja adicional de las primeras horas de la tarde es que evitas las gigantes colas que se forman para pedir consumición.
Espero que os haya gustado nuestra ruta por Bruselas; además, el resto de días realizamos varias excursiones a Brujas, Gante, Amberes y al bosque de Hallerboos. Para ello, es muy útil adquirir el ya mencionado Rail Pass o Go Pass 10 (el primero es para mayores de 26 años). ¡No os perdáis el resto de artículos sobre nuestro viaje a Bélgica!