Paquita Salas – entre genio y figura
Ay, Paquita Salas. Supe de ti cuando ya eras un fenómeno, pero como se suele decir, nunca es tarde si la dicha es buena. Y menuda dicha; no soy una persona a la que le cueste demasiado reír, pero hace tiempo que las series de producción nacional me lo ponen difícil para apenas lograr esbozar una sonrisa. El humor casposo y de “cuñado” ya no le hace justicia a nuestros tiempos, pero Paquita Salas es un caso aparte: ella y su grupo consiguen provocarme más de una carcajada porque, a pesar de sus excentricidades, me fascina como los Javis hacen saltar empatías con un personaje tan particular.
Rebobinemos el cassette: la primera temporada de Paquita Salas se convirtió en una apuesta fresca pero de las de verdad; si bien es cierto que tampoco me supuso algo similar a “la revolución audiovisual” de la que se hablaba (ya sabemos que en este ámbito las hipérboles tanto positivas como negativas están a la orden del día), sí que es cierto que realmente aportaba nuevos aires a un panorama televisivo algo estancado en la fórmula y falto de provocación. Los artífices de esto fueron Javier Ambrossi, Javier Calvo y Brays Efe, un triángulo de cuyo mix entre creatividad y desparpajo hicieron posible que Paquita se convirtiera en un icono reconocible de la cultura pop en un tiempo récord.
Lo más curioso de todo es que, precisamente, esta serie difundida a través de la plataforma Netflix en ningún momento renuncia a algunas de las marcas de la casa de las series más reconocibles del país. Sigue existiendo el costumbrismo, aunque en este caso haga referencia a la cultura de principios de los noventa que mi generación vivió cuando éramos unos críos, cuando ver a Anita Obregón luciendo palmito en televisión era algo habitual y Noche de fiesta era “lo más”. Sin embargo, esa nostalgia en ningún momento renuncia a la actualidad más rabiosa: por la primera temporada circularon algunos de los rostros más populares del cine y de la televisión patrias (como Macarena García o Anna Castillo) y el festival de cameos introducido en la segunda temporada es todo un muestrario de la historia televisiva del país hasta nuestros días.
Es indudable que existe la necesidad de cierto “bagaje” a la hora de ver esta serie para poder entender la mayoría de las bromas y apariciones estelares que prácticamente abarrotan sus 25 minutos de duración, lapso que se queda algo corto para disfrutar de su elenco pero que tiene como contrapartida la eficacia de unas píldoras cómicas rápidas de digerir. Brais Efe sigue encarnando con versatilidad y carisma a la incombustible Paquita Salas, una luchadora nata que cada vez tiene más problemas para mantener a flote PS Management. Apoyando a Paquita, todo un grupo de actores y actrices que siguen aportando solidez a la propuesta: la cándida Magüi (Belén Cuesta), Lidia San José (conmovedora en su rol de estrella del pasado) y Yolanda Ramos (la esteticien experta en chanchullos algo turbios).
La segunda temporada de Paquita Salas “tiene algo” -en realidad tiene muchas cosas-, a pesar del excesivo descaro de unos cameos en los que nos presentan a Eva Santolaria tras la barra de un bar para que todos digamos “¡Valle!”. Si bien tanta aparición resulta algo agotadora, lo cierto es que entrar en este juego de los Javis termina por resultar divertido, muy en la línea excesiva de la propia Paquita; de haber resultado una temporada más larga y con los cameos más repartidos probablemente este efecto no hubiera resultado tan acusado, pero suponemos que este gran plató de Gran Hermano Deluxe en el que la serie parece convertida a ratos forma parte de la diversión. La serie sigue adoleciendo del embobamiento en sus ideas y gags, de los que se recrean en exceso, pero para qué negarlo: aunque no sabemos todavía qué será de Paquita, del resto y del condenado domain, confiamos en que los Javis nos traigan pronto una nueva tanda de capítulos que nos devuelvan la alegría de reírnos por estar de vuelta de todo.
Ficha Paquita Salas Filmaffinity
Trailer Paquita Salas
Eres muy grande, sigue asi