Boda de Neus&Bhuwan

La primera vez que afrontas la tarea como fotógrafa de boda no es fácil. En realidad, creo sinceramente que nunca debe ser sencillo: independientemente de que sea una boda civil o por la iglesia, un enlace tardío o en los primeros años de la relación, la sensación de estar retratando un día tan especial constituye una responsabilidad que pesa, pero que a la vez produce una gran alegría para aquellos que amamos la fotografía.

La felicidad inherente tanto en los novios como en los invitados es algo que se recoge con facilidad a través de la cámara; en ese sentido, no hay evento más agradecido para un fotógrafo que esas tomas repletas de detalles y gestos que hacen de las imágenes un recuerdo inolvidable para todos los implicados, especialmente para los protagonistas.

Ser fotógrafa de bodas es algo que me llegó de forma casual: una de mis amigas iba a casarse en Londres y aunque la idea era que la ceremonia y la celebración posterior resultasen sencillas, ni ella ni su pareja querían prescindir de un álbum de fotos que capturase algunos de los instantes del evento. Sin pensarlo demasiado, me comprometí a estar cámara en ristre y aunque la decisión me provocó algún que otro dolor de estómago al comprender la dimensión del asunto, por suerte el resultado final fue lo suficientemente bueno para que tanto los novios como yo misma estuviéramos contentos con el resultado.

Lo que comenzó como unas cuantas instantáneas de los invitados desembocó un book completo -que incluyó photocall improvisado- de todos los asistentes, ejerciendo de fotógrafa de boda en toda regla. Y aunque debo decir que estaba nerviosa, creo que precisamente ese temor a fallar hizo que sacara lo mejor de mí, preocupando de capturar los detalles y la felicidad de los allí presentes.

Y nadie me quita la sensación inigualable de vivir tan de cerca un día tan especial para mis seres queridos.