Siberia – cuando el espectador se queda congelado

Siberia

Que Keanu Reeves está viviendo un resurgir -del que me alegro muchísimo- gracias al éxito de la saga John Wick, es un hecho. Que Siberia es un thriller fallido que trata de explotar el filón y que fracasa en el intento es, para mí, otro hecho. Y es que estamos ante un supuesto film de acción que mezcla thriller y romance en un guión que se deshace entre malos tempos y cuestionables elecciones de foco.

Partamos des del inicio: en Siberia, Lucas (Keanu Reeves) es un hombre dedicado a negocios poco legales con los bajos fondos. Su último negocio consiste venderle a un capo ruso una docena de valiosos diamantes azules. Pero cuando el contacto que debía proporcionarle la mercancía se evapora, Lucas iniciará su particular periplo para salir del peligroso embrollo en el que se encuentra.

La sinopsis de Siberia no tiene mala pinta, ¿verdad? Sin embargo, si os digo que todo lo relativo a los diamantes y al mafioso es secundario no es porque exista un gran viraje a través de un argumento de enjundia. Es, simplemente, porque por alguna curiosa razón, los guionistas pensaron que lo preferible a ver a Reeves repartiendo leña era asistir a cómo se enamora de una joven rusa, todo ello sin abandonar ni por un momento su (in)expresión hierática.

Siberia

El film de Matthew Ross se vuelca en cuerpo y alma -sobre todo en cuerpo- a la relación entre Lucas y Katya, algo que resulta bastante particular teniendo en cuenta la nula empatía que obtemos de ambos personajes y de sus escarceos amorosos. Quiero pensar que todos los elementos en Siberia estaban ideados para labrar un cine de fórmula distinto, pero dicho pensamiento zozobra al ver los mecanismos sumamente pueriles que se usan para los grandes hits de la película (la vela azul, el papel de Katya, etc.).

La sensación que queda tras ver Siberia es que nada sucede por una razón de peso; la trama, plomiza, trata de sostenerse sucesos y personajes que van a la deriva hasta desembocar en un desenlace que nos deja tan fríos como la propia cara de Reeves durante la mayor parte del metraje. Este film no lo salva ni la aparición estelar -y fugaz- de Molly Ringwald, ni el jugueteo de cama alargado hasta el infinito… ni que estuviera el ya célebre perro de John Wick.

Hacía mucho que no veía un filme tan errático y en el que sucede tan poco; si queréis deleitaros con sociedades decadentes y personajes perdidos en el mundo, podéis alucinar un rato con el documental Daliborek, el youtuber nazi. En lo que a mí respecta, Siberia no consigue nada más que quedarse en la capa superior del hielo.

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Ficha Siberia Filmaffinity

Trailer Siberia

Noemí Escribano

Comunicadora Audiovisual, lectora voraz y procrastinadora nata.

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