‘Lady Bird’ – sencillez al servicio de lo complejo
Muchas veces, cuando un film aborda el tema de la adolescencia, nos toca enfrentarnos a tal avalancha de tópicos que ya ni siquiera contemplamos otro ideal cinematográfico sobre la pubertad. Por suerte, hay películas como la presente Lady Bird que, lejos de repantingarse en este molde, nos ofrecen una visión bastante más matizada y, por ende, más susceptible de que la audiencia se sienta identificada con ella.
Christine “Lady Bird” no es la visión definitiva de una adolescente, pero se acerca. Se encuentra en el último año de instituto y tiene claro que su futuro debe desarrollarse en alguna universidad lejos de su hogar en Sacramento. Quiere a su familia pero no puede evitar sentirse avergonzada por su casa y por no tener más dinero. Aprecia a su mejor amiga, pero no duda en confabularse «con el enemigo» -en forma de jovencita pija- si esto ayuda en sus objetivos. Y, aunque se cree que lo sabe absolutamente todo, es genuinamente ingenua dando sus primeros pasos en el amor.
Adolescencia en ebullición
Muchos adultos no se verán representados en las motivaciones de esta joven inconformista y voluble, pero los habrá que sí -aunque sólo sea en algunas de sus actitudes-, y eso ya constituye un triunfo en sí mismo. Que esta obra de la realizadora y actriz Greta Gerwig indague más allá de las hormonas en ebullición y de los rebeldes sin causa es de agradecer. Sobre todo, en una película de aparente sencillez que prescinde de efectismos en pro de la honestidad narrativa.
A Gerwig la conocía por su participación en Frances Ha; Lady Bird, en realidad, supone una readaptación de su protagonista, una mujer situada en la treintena que no termina de encontrar su lugar en el mundo. Algo que a muchos nos sonará terriblemente familiar. En Lady Bird nos encontramos con una muchacha que a duras penas es mayor de edad y que tiene esa visión clarividente sobre su persona tan característica de muchas adolescentes. Lo mejor es ver como sus ideas chocan constantemente con su realidad y las propias contradicciones de sus actos.
Dulce determinación
La virtud de Lady Bird es hacernos contemplar con dulzura ese convencimiento tan férreo que se apodera de nuestras ideas cuando tenemos toda la vida por delante. Para ello, el personaje interpretado por Saoirse Ronan condensa esa difícil mezcla de actitudes y sentimientos de una adolescente cercana a la madurez. Christine está a punto de entrar en esa etapa en la que se comenten los peores errores y se viven algunas de las mejores experiencias. En definitiva, para muchos la mejor época de la vida, aquella a la que regresar con nostalgia una vez sentada la cabeza.
Para encarar esa sensación creciente, Christine se camufla en un nombre y abandera otra identidad. La mascarada es el refugio en que chocan las constantes contradicciones de la edad y los amores tempranos, aquellos que duelen de forma especialmente lacerante. Algo por lo que muchos de nosotros hemos pasado y con lo que también muchos de nosotros podemos identificarnos.
Lady Bird puede no provocarte ni fascinación ni empatía. En realidad, Christine ni siquiera te tiene que caer bien. Sólo intenta probar una cosa: recuerda por un instante cómo eras de adolescente. Trae de vuelta alguna de aquellas situaciones en las que te quisiste morir de vergüenza. O defendiste una idea con cabezonería, a pesar de saberte equivocado. O en las que creaste castillos en el aire con historias que no llegaron ni a empezar. Tal vez entonces veas a Lady Bird con otra mirada.
Ficha Lady Bird Filmaffinity
Trailer Lady Bird