La tortuga roja – la vida sin palabras
No siempre lo rebuscado es profundo ni lo sencillo es simple; existen casos como el film francés La tortuga roja, donde la fórmula para haberse ideado y creado parece haber emergido de una inspiración casi mágica, más en un mundo de constante producción y casi siempre falto de imaginación. Estamos tan acostumbrados al artificio que observamos la pantalla llenos de sorpresa cuando nos encontramos la clase de propuestas que dan con un recoveco no explorado.
La tortuga roja de Michaël Dudok de Wit es una película algo peculiar, principalmente porque escapa a muchos de los elementos a los que estamos acostumbrados. Seguimos sin tener una gran profusión de films de animación dirigidos al público adulto, la mayoría de las cintas están llenas de diálogos incluso cuando son totalmente prescindibles y las grandes historias parecen ser sólo aquellas que hablan de personajes excepcionales enfangados en tramas donde cada paso es un punto de giro. No critico nada de todo esto, pero es sorprendente que aun a falta de lo mencionado esta película consiga ir conquistando al espectador y que, cuando llega a su final, deje un poso en él. Y los ingredientes son un hombre, una mujer y el paso del tiempo.
Náufrago a su suerte
En La tortuga roja tenemos a un náufrago que termina en una isla desierta. Aprende a subsistir a duras penas mientras explora el nuevo territorio, pero su principal objetivo es huir. Construye una balsa y se hace a la mar, pero algo golpea la embarcación desde las profundidades marinas y la destroza. Así sucede hasta en tres ocasiones, tres intentos infructuosos de escapar ante lo que se revela como una gran tortuga de color rojo. El hombre y la tortuga se encuentran en la playa y él, enfurecido, la golpea. Y entonces ella se transforma en una mujer.
En esta historia no vemos ni rastro del estilo de dibujo que tantas veces hemos disfrutado del Studio Ghibli, sino que los trazos están influenciados por la obra de Hergé. Sí encontramos, eso sí, el mismo tipo de mensaje naturista y de respeto por la naturaleza y los animales que a menudo copa las producciones del estudio japonés. Sólo que en este caso lo hacemos a través de una obra minimalista que habla de algo tan grande como la familia y el camino natural de la vida, y lo consigue sin grandes aspavientos.
La belleza de vivir
La tortuga roja es un filme que en su primer tramo me pareció curioso, más tarde interesante y en su desenlace, hermoso. De los primeros pasos del hombre en la isla pasando por su forma de aceptar su existencia en compañía de una desconocida hasta el momento en que sus cabellos se tiñen de blanco, hay un abismo. Para mí, el valor de esta película es contemplar cómo consigue retratar sin palabras la sencillez y la plenitud del paso del tiempo en compañía del ser amado. Sin grandes aventuras, sin grandes sobresaltos, sólo esa serenidad de saberse en compañía de quien te ama.
Es la vida la que se encarga de darte los sustos y, finalmente, de asestarte el golpe fatal, como nos corresponde a todos. El último aliento se escapa de ti y encamina sus pasos alejándose de tu cuerpo, pues es así como son las cosas, por aterrador o resignado que suene. Aunque también es innegable que existe belleza en el hecho de abrazar la muerte en compañía de lo que más quieres. Luego sólo queda la melancolía por quienes no están y toneladas de tiempo para que al final todo y nada importe.
Ficha La Tortuga Roja Filmaffinity
Trailer La Tortuga Roja
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