‘Mujercitas’ de 1949 – la adorable familia March
Tras estrenos como Last Christmas o la esperada Frozen II, si hay una película que dará el pistoletazo de salida oficial a las Navidades de 2019 es Mujercitas. La nueva adaptación cinematográfica de la novela de Louisa May Alcott ha sido dirigida por Greta Gerwig (Lady Bird), realizadora que, previsiblemente, aportará un enfoque más contemporáneo a la historia. Con motivo de este estreno, desde los blogs de Tierra Cero Blog y de All Screens hemos puesto en marcha el #MaratónMujercitas, donde hacemos un repaso a las distintas adaptaciones que la obra más famosa de Alcott ha tenido en el cine, en el teatro e incluso en el anime.
Tras recorrer la trayectoria teatral de Mujercitas, ha llegado mi turno para hablar un poco de la novela y de la que sin duda es, hasta el momento, mi versión favorita de la obra, la cinta Mujercitas de 1949.
Louisa May Alcott y sus mujercitas
Para hablar de la novela Mujercitas (Little Women: or Meg, Jo, Beth and Amy en su versión original) es indispensable realizar un pequeño repaso a la vida de Louisa May Alcott, su creadora. Alcott nació en 1832 en Germantown (Pennsylvania); su padre era filósofo y reformador educativo, mientras que su madre procedía de una familia acomodada. Ella y su familia pasaron por diversas dificultades económicas, además de atravesar el difícil lapso de la Guerra de Secesión, donde Louise trabajó como enfermera. Gracias a las enseñanzas de su padre, quien siempre se preocupó por inculcar valores férreos tanto a Louise como a sus tres hermanas, la autora de Mujercitas se implicó social y políticamente a favor del voto femenino, así como en contra de la esclavitud.
Si tenemos en cuenta la época, y siendo Louise una mujer inquieta y cultivada, podemos entender fácilmente que se sintiera frustrada por las limitaciones que la sociedad imponía a la mujer, cuyo papel parecía limitarse a ejercer de buena ama de casa y esposa. Cualquiera que esté familiarizado con Mujercitas verá, sin duda, claros símiles entre la familia March y la familia Alcott, siendo Josephine March una clara representación de Louise. Louise jamás se casó, sino que se dedicó en cuerpo y alma a ayudar económicamente a su familia trabajando como maestra, escritora e institutriz. La vida le deparó un duro golpe cuando su hermana Elizabeth murió, justo el mismo año que su hermana Anna decidió casarse. Por el contrario, su hermana pequeña Abigail, se convirtió en pintora tras formarse viajando a través de Europa.
Una novela en dos partes
Si bien la novela más famosa de Louise May Alcott es Mujercitas (1868), hay que tener en cuenta que las diferentes adaptaciones cinematográficas suelen completar la historia con la novela Aquellas mujercitas (Good Wives, 1869), continuación de la primera parte que desarrolla la etapa adulta de sus protagonistas, proporcionando un desenlace más redondo para la familia March. Alcott aún escribiría más sobre la familia March en la novela Los muchachos de Jo (Jo’s boys), tomando como protagonistas a los hijos de Josephine March.
La trama de Mujercitas se basa en la familia March y a los diferentes eventos que terminan conformando las personalidades de las cuatro hijas, muy diferentes entre ellas. Abordar la novela casi en 2020 puede suponer todo un desafío para las nuevas generaciones, acostumbradas -afortunadamente- a un discurso feminista mucho más exigente en términos de equidad. La personalidad cándida y enfocada al rol de esposa perfecta como es la del personaje de Meg resulta claramente anticuada; sin embargo, toparse con un espíritu libre y poco abierto a convencionalismos como Jo sigue siendo, curiosamente, refrescante y de agradecer.
Quizás es, por esta razón, que personajes como éste y como la propia Ana de la Tejas Verdes, sigan reclamando su lugar en una era poco receptiva a discursos tan ingenuos y desfasados como fracasar elaborando mermelada. Ellas, entre otros personajes femeninos de la literatura de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, no sólo personificaron valores como la familia y el amor al prójimo, sino que también fueron intrépidas, inteligentes y poco amigas del comportamiento encorsetado, decoroso y remilgado que toda señorita de la época debía mantener.
Mujercitas de 1949: una adaptación fiel al espíritu de la novela
Si bien es cierto que existen algunas diferencias entre las novelas y la adaptación cinematográfica de 1949 (especialmente Aquellas mujercitas, mucho más condensada), lo cierto es que la película de Mervyn LeRoy (La mala semilla) logra plasmar a la perfección el espíritu familiar y tierno de la obra literaria, siendo fiel en muchísimos aspectos -e incluso incorporando líneas idénticas de diálogo al guión-. Como curiosidad, apuntar que este ‘coming of age’ ya había sido llevado al cine por George Cukor en 1933 (Las cuatro hermanitas), con la mismísima Katharine Hepburn en el papel de Jo.
La cinta de 1949 tuvo originariamente a David O. Selznick como productor, aunque por cuestiones económicas terminó vendiendo los derechos a la MGM. Esto implicó diversos cambios en el reparto original, dando como resultado que el elenco final estuviera formado por June Allyson (Jo), Elizabeth Taylor (Amy), Janet Leigh (Margaret) y Margaret O’Brian (Beth). La película fue nominada al Oscar a Mejor fotografía (Robert H. Planck, Charles Edgar Schoenbaum) y ganó el Oscar a la Mejor dirección artística en color (Cedric Gibbons, Paul Groesse, Edwin B. Willis y Jack D. Moore).
Cuatro pequeñas mujeres
Una de la diferencias más notables entre la novela y la película es el hecho de situar a Beth como la hermana pequeña, siendo en realidad Amy la última de las hermanas March. Sin embargo, hay que tener en cuenta que Margaret O’Brian, la actriz encargada de dar vida a Elizabeth March, era la única de las hermanas cuyo aspecto adolescente se asemejaba a la edad del personaje.
La acción de la novela comienza con Meg teniendo 16 años, seguida de Jo (15 años), Beth (13 años) y Amy (12 años). Si bien es cierto que las edades de las actrices no coincidían -en nada- a los personajes de la novela, lo cierto es que todas supieron imprimir el espíritu inocente, tierno y familiar necesario, así como plasmar las personalidades tan distintas de las cuatro hermanas. Jo, indómita y “poco femenina”; Meg, vanidosa y responsable; Amy, egoísta y fantasiosa; y Beth, tímida y cariñosa.
Jo, el alma de Mujercitas
Inconformista, rebelde, amante de las letras y deseosa de mantener la felicidad de los suyos estática en el tiempo. Jo no sólo se convirtió en el personaje más interesante de la novela, sino también en un poderoso referente femenino. No es casual que en las adaptaciones cinematográficas, el papel del alter ego de Louisa May Alcott siempre sea el más codiciado, ya que es alrededor de ella de quien gravita el resto de la familia March. Precisamente, si observamos la adaptación de 1949, es claramente Jo el personaje principal, con quien simpatizamos y a quien seguimos en su senda vital.
Para mí, June Allyson hizo un excelente trabajo dando vida a un personaje tan interesante como Jo. No era fácil, y menos a finales de los años 40, lograr que la segunda de las hermanas March no deviniera una caricatura. Por el contrario, su personaje transmite honestidad y desdén por las convenciones sociales de la época sobre qué debía hacer una señorita. Su evolución es clara, pero lo hace sin renunciar a su identidad -ni a su sonrisa traviesa-. Su mayor cambio es aceptar algo tan difícil como la que vida debe continuar, y que madurar no implica renunciar a los sueños, pero sí aceptar los cambios que las circunstancias van imponiendo.
Si bien su relación de amistad con Theodore -apodado “Teddy” en la novela- Laurence no es tan íntima como la plasmada en la obra, sí es lo suficientemente clara como para dar a entender que para Jo, él siempre fue un compañero de juegos y no un romance.
Por otro lado, cabe destacar a Beth como la otra pieza clave de la película de 1949, quien en esta adaptación logra destacar gracias a la excelente interpretación de Margaret O’Brian, niña prodigio de la época. Inocente pero de firmes convicciones, es con Jo quienes mejor plasman los valores y restricciones de la época, haciendo de la sintonía evidente entre ambas hermanas el mejor reflejo del amor fraternal.
El paso del tiempo en ‘Mujercitas’
Si tenemos en cuenta ambas novelas, es evidente que la gran cantidad de hechos podrían haber dado pie a una película que se extendiera con facilidad. Sin embargo, la cinta condensa en dos horas la historia de manera totalmente coherente, omitiendo buena parte de los hechos concernientes a Meg y su vida de casada. También se omiten la mayoría de hechos relativos a Amy y su viaje por Europa, que terminan desembocando en su relación con Laurie. De nuevo, gracias a la acertada decisión de situar a Jo en el centro, se logra que la película no se disperse y resuma satisfactoriamente la historia.
Uno de los elementos que más me gustan de la cinta de LeRoy es la sutileza a la hora de incorporar las elipsis, notificando al espectador del paso del tiempo sin que éste sienta que se ha perdido información por el camino. Sólo hay que fijarse en la escena en la que Jo regresa a su casa, en pleno invierno, y cómo en la escena siguiente la vemos en el patio de su hogar, rodeada de hojas cayendo como símbolo inequívoco del otoño. De esta manera, la cinta resitúa a los personajes en otro momento vital, más maduro y habiendo pasado el grave trance que se anticipaba según los acontecimientos.
La película navideña perfecta
No es casual que Mujercitas de 1949 siga funcionando como la película navideña perfecta. La representación de los valores familiares ligada a los golpes que confiere la vida la convierten en una obra perdurable -y readaptable-, donde es fácil encontrar elementos y personajes con los que empatizar a pesar del inevitable desfase costumbrista. La nostalgia de una familia reunida, esperando con afán desenvolver los regalos de Navidad, sigue siendo una fórmula perfecta para reunir a futuras generaciones frente al televisor para disfrutar de las peripecias de estas cuatro hermanas. Y, por suerte, Josephine March sigue erigiéndose como un modelo de mujer en el que reflejarnos: el espíritu de Mujercitas perdura en ella y en su búsqueda de la felicidad, independientemente de lo que la sociedad dicte o establezca como modelo de conducta.
Para mi la versión de 1949 es la mejor, inigualable . Sin duda Jo nos embelesa desde el principio con su personalidad arrolladora, Beth nos roba el corazón con su bondad y ternura y consideró que todos los personajes están bordados por sus intérpretes. No me canso de verla y agradezco a las nuevas tecnologías que nos facilitan el poder volver a verla.