Oporto en dos días – Estación San Bento y La Ribeira
por Noemí Escribano · Publicada · Actualizado
Proseguimos con nuestro viaje de dos días en Oporto; tras nuestras primeras horas recreándonos en la Torre de los Clérigos y en la Librería Lello e Irmao, nos dirigimos a la Estación de San Bento, otra de las paradas obligatorias de la ciudad.
Estación de San Bento
Esta estación de trenes construida a principios del siglo IX sobre los restos de un antiguo convento consigue trasladarte en el tiempo, algo similar a la magia que Oporto ejerce sobre el turista.
Merece la pena contemplar el interior de la estación, decorado con nada más ni nada menos que unos 20.000 azulejos que recrean escenas históricas de Portugal. A la luz del atardecer, el encanto de la estación era mayor si cabe.
Catedral de la Sé
La luz estaba bajando bastante, y aunque nuestro plan era regresar al puente de Don Luis I para contemplar las vistas con el atardecer, aún nos entretuvimos un poco más: la Catedral de la Sé es el edificio religioso más importante de Oporto y está situada en una zona alta, con una placita a sus pies que permite contemplar otra hermosa panorámica. Para acceder al interior del claustro de la catedral hay que pagar entrada, unos 3€, aunque si lo único que quieres es ver el interior de la iglesia, la entrada es gratuita.
La Ribeira
En este punto "nos perdimos" descendiendo por las calles de la Ribeira: es un paseo de lo más recomendable, observar las casas de vivos colores y las callejuelas, un laberinto que se disfruta con la tranquilidad de saber que, al final del camino, te espera la ribera del Douro y una zona tan animada que sin duda te entrarán ganas de detenerte y descansar de tanta caminata.
Atardecer en el puente Don Luis I
Ahora sí, la luz estaba descendiendo a marchas forzadas: para regresar a la parte superior del Puente Don Luis I tuvimos que realizar el esforzado ascenso por las escaleras casi corriendo. Hay un funicular que evita el paseo, pero cuando llegamos vimos que había una cola enorme de gente esperando para subir, de modo que preferimos no perder el tiempo y hacer el ascenso a pie.
Vila Nova de Gaia y Porto Cruz
En este punto de la jornada, el frío del Atlántico a finales de octubre empezaba a hacer mella en nosotros, que habíamos venido escasamente preparados para semejantes temperaturas, de modo que regresamos a Vila Nova de Gaia para visitar una de las bodegas antes de la cena.
La bodega que escogimos fue Porto Cruz; a pesar que hay otras bastante más famosas como Sandeman, lo cierto es que en esta bodega puedes disfrutar de su terraza panorámica en el piso superior. La entrada es gratuita y el ambiente, con música y mucha animación, merece la pena para pasar una velada divertida. Y aunque lo suyo hubiera sido pedir una buena copa de vino de Oporto, como nosotros no somos muy de vinos, terminamos con una cerveza y un gin tonic.
Tras las copichuelas fuimos al restaurante que quedaba justo enfrente de la bodega para cenar. Dos francesinhas (el sándwich más calórico que comeréis en mucho tiempo) y dos buenas pintas después, regresamos al hotel para descansar. Preferimos aprovechar al máximo las horas de luz del día siguiente, e hicimos bien porque aún tuvimos tiempo de ver bastantes más cosas de Oporto.
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