Gante – qué ver en la capital de Flandes Oriental
Tras la visita de la mañana en Brujas, nos dispusimos a coger el tren para acercarnos a la ciudad universitaria de Gante (Gent en neerlandés, Gand en francés), ciudad que se encuentra a medio camino entre Brujas y Bruselas. Esta ciudad portuaria situada al noroeste de Bélgica es, sin duda, uno de los puntos más visitados gracias a su excelente ambiente estudiantil y a su incuestionable valor arquitectónico.
El descanso durante el trayecto de media hora nos vino a las mil maravillas; eso sí, tuvimos que reubicarnos dentro del tren, puesto que nos confundimos y terminamos sentados en primera clase (los vagones de primera y segunda clase vienen indicados con sus respectivos números). Pero a parte del severo rostro de la revisora -ya que los turistas en la clase equivocada éramos un buen puñado- el error no tuvo más repercusiones.
Llegada a Gante y visita a la Catedral
Llegamos a la estación Gent-Dampoort, una de las dos de la ciudad (la otra es Gent-Sint-Pieters). Dampoort, al igual que Sint-Pieters, cuenta con consigna automática para poder dejar las maletas y los bultos. Si lo que queréis es dirigiros al centro con transporte público lo mejor es ir a buscar el tranvía, situado a pocos metros de la estación. Antes nos informamos de los horarios; teniendo que los últimos trenes partían a Bruselas en torno a las 23h, tuvimos la tranquilidad de poder estar unas cuantas horas en la ciudad.
El tranvía nos acercó hasta prácticamente el centro de la ciudad; un coche estacionado en la carretera obstaculizaba el paso del tranvía, de modo que reanudamos la marcha hasta Sint-Baafskathedraal -la Catedral de Gante- a pie. La silueta de la Catedral, dedicada a San Bavón (patrón de la ciudad) y la plaza situada justo enfrente te adentran del lleno en el encanto de la ciudad, mucho más animada gracias a su población universitaria.
Nos dio tiempo a entrar en la catedral, tomar unas cuantas fotos y descubrir el célebre cuadro de la Adoración del Cordero Místico de Van Eyck.
Al salir al exterior, hicimos una breve parada para tomar una cerveza belga, ya que el horario al que habíamos llegado a la ciudad nos imposibilitaba subir a la torre Belfort -cierra a las 18h-.
La torre, con un maravilloso campanario de 91 metros ideal para contemplar las vistas de la ciudad, queda justo enfrente de la Catedral. Desde lo alto también se puede observar la belleza de Sint Niklaaskerk -la Iglesia de San Nicolás-. Fue una lástima no llegar a tiempo, pero nos queda claro que tenemos muchas cosas pendientes de Gante, ciudad a la que queremos regresar en el futuro.
La calle de los graffitis
Después, nos dirigimos por la calle Hoogpoort, recreándonos en la arquitectura de la ciudad y cruzando la indispensable plaza de Korenmarkt.
Pronto alcanzamos el callejón Werregarenstraat, una curiosa área repleta de coloridos graffitis que hacen las delicias de los fotógrafos en busca de contrastes y arte urbano. Cuando nosotros la visitamos, el número de turistas tomándose fotos ya era considerable, pero aun así el encanto de esta calle estrecha hace que sea uno de los puntos de visita imprescindible en Gante.
Los muelles de Graslei y Korenlei
Tras las fotos de rigor, salimos del callejón en dirección a Sint Jacobs Vlasmarkt y callejeamos un poco más. Desde aquí, nos dirigimos a uno de los puntos más turísticos de la ciudad, los muelles de Grasley y Korenlei. Si os situáis en el Puente de San Miguel -Sint Michielsbrug- podréis tomar unas buenas panorámicas de este punto clave donde la ciudad bulle en todo su esplendor. En nuestro caso, nos situamos desde el puente contrario para poder disfrutar las vistas del río y del propio puente de fondo. Sin duda una de las postales más bellas que nos llevamos de Gante.
Finalmente, no quisimos abandonar la ciudad antes de contemplar la fortaleza de Gravensteen, el castillo de Gante y antigua residencia de los condes de Flandes. Hasta el siglo XIV, la función de esta construcción era de fortaleza defensiva, aunque más tarde funcionó como prisión. De hecho, en el interior del castillo podéis visitar un museo repleto de instrumentos de tortura.
A estas alturas del día ya estábamos totalmente exhaustos, de modo que rehicimos nuestros pasos hasta el tranvía -hay una parada en Gravensteen que te lleva de nuevo a la estación-. Queríamos descansar bien, ya que al día siguiente nos esperaba la visita a otra de las ciudades belgas más famosas, Amberes. Nos os perdáis el siguiente día de nuestra crónica belga 😉