Nápoles en un día: Spaccanapoli, vía Toledo y Castel dell’Ovo
Habíamos pasado cuatro días visitando Roma pero tocaba hacer las maletas y marcharnos, aunque la despedida no era tan agridulce como cabía esperar. Era el momento de ir a Termini y tomar un tren en dirección a Nápoles. Todavía nos quedaban unos días en Italia y nuestro plan pasaba por visitar Nápoles, la isla de Capri y Pompeya, de modo que aún quedaba mucho por ver y visitar.
Piazza Garibaldi
Dos horas más tarde llegamos a la estación de Nápoles, situada en la Piazza Garibaldi, la misma plaza donde habíamos reservado un bed and breakfast para alojarnos.
De la misma manera que os digo que Roma lo había planeado bastante, en el caso de Nápoles no fue así… y el primer impacto no fue precisamente lo que habíamos esperado. Desconocíamos que la Piazza Garibaldi era un entorno no muy halagüeño para el turista; básicamente nos vimos sometidos a escrutinio constante (mi cámara en el punto de mira) y recibimos varios avisos de locales en referencia a que llevar la mochila a la espalda no era muy buena idea.
Para colmo, el edificio del bed and breakfast se caía a pedazos, el hombre que nos atendió llegó 40 minutos tarde… y no había nadie más alojado allí. Estuvimos a punto de salir corriendo del lugar y buscar otro alojamiento, pero al final hicimos de tripas corazón, dejamos las maletas y nos dispusimos a dar una vuelta por la ciudad.
Primeros pasos en Nápoles
Cogimos el metro hasta la parada de Museo, ya que nos habían recomendado un restaurante por la zona. Un risotto funghi más tarde, nos dispusimos a recorrer la ciudad tranquilamente; no teníamos ningún tipo de reserva preparada y yo sólo conocía algunos puntos clave de la ciudad que merecía la pena visitar, de modo que fuimos bastante a la aventura.
Lo primero que nos sorprendió fue que si Roma nos había parecido mal cuidada y algo sucia, Nápoles la superaba con creces. Buena parte de las calles que recorrimos estaban inundadas de desperdicios; las fachadas y los edificios no ofrecían muy buena cara, pero de nuevo, para alguien con una cámara en ristre, la postal que ofrecía la ciudad así como sus muestras de vida cotidiana a pie de calle resultaban muy interesantes. Las estampas de ropa tendida, las cajetillas de tabaco vendidas a gritos, los kioscos abarrotados de revistas y tebeos… todo le confiere un aire “desfasado” a la ciudad que resulta muy curioso.
Existe una frase que dice “Vedi Napoli e muori” (Ve Nápoles y muere); lo cierto es que no dispusimos de muchísimo tiempo para ver la ciudad (volveríamos a dar otra vuelta en nuestra última jornada en Italia) pero la sensación que me llevo de allí es algo agridulce, principalmente ocasionada por la sensación de inseguridad que vivimos en la zona donde nos alojábamos.
Aun así, lo cierto es que Nápoles merece la visita, aunque sólo sea para empaparse de su estampa algo fuera del tiempo y del encanto de la parte cercana a los muelles, que visitaríamos algo más tarde. Eso sí: lo de verla y morir a lo mejor se refiere a que temes por tu vida cada vez que una moto pasa junto a ti a velocidad de vértigo: el uso del casco no se estila demasiado y más de la mitad de los conductores que vimos no lo llevaban.
Spaccanapoli y vía San Gregorio Armeno
Mi parte favorita de Nápoles fue sin duda Spaccanapoli, el centro histórico de la ciudad. El encanto de las tiendas y de los puestos, las calles estrechas y ver cómo bulle la vida de la ciudad es la mejor postal que me llevo. La vía de San Gregorio Armeno es conocida por la cantidad de pesebres que hay, algo que me llamó mucho la atención, puesto que ésta es una visión que relaciono con la Navidad y que en Nápoles es común durante todo el año.
Basílica de Santa Clara
Una de las visitas que hicimos fue la del claustro de la Basílica de Santa Clara, un lugar tranquilo que merece la pena ver (la entrada costaba 6€). No pudimos visitar el Museo Arqueológico de Nápoles por cuestiones de tiempo, aunque sabiendo que el domingo iríamos a Pompeya no nos supo tan mal obviar la visita. Tampoco realizamos ninguno de los tours subterráneos de la ciudad por el mismo motivo, aunque es otra de las atracciones que, dicen, merece más la pena.
Barrio español y Vía Toledo
Otra de las zonas más conocidas de Nápoles es el Quartieri Spagnoli y la vía Toledo. Ésta última es la calle más comercial de la ciudad (también la más semejante a cualquier urbe que ya hubiéramos visitado), con sus tiendas de marcas famosas y sus atrayentes restaurantes. Al lado, las calles ascienden adentrándose en el entramado del Barrio español, otra zona con mucho encanto donde las motos se desplazan a la velocidad del rayo sobre el suelo adoquinado. En la calle Toledo también vimos la Galería Umberto I, que nos recordó muchísimo a las famosas galerías de Milán (aunque éstas no contaban con un toro en el suelo al que pisarle sus partes para obtener buena suerte).
Piazza del Plebiscito
Nos topamos con la espectacular piazza del Plebiscito, que cuenta con el Palacio Real y la Basílica Real. A pocos metros de allí descubrimos varios bares muy agradables donde bebimos birra y comimos snacks a un precio mucho más asequible de los vividos en Roma los días anteriores. Os digo que disfrutar de la bebida fresca con la radio italiana de fondo nos hizo sentir increíblemente a gusto.
Castel dell’Ovo
Tras el agradecido refrigerio disfrutamos de la imponente estampa del monte Vesubio. Su figura se ve perfectamente definida a lo largo de la línea costera de la ciudad, la parte quizás más turística a nivel de ambiente y chiringuitos. Nos alejamos de la zona de los muelles y fuimos en dirección al Castel dell’Ovo, uno de los castillos de esta zona: la entrada es gratuita y su ascenso te recompensa con unas vistas preciosas del golfo de Nápoles.
Después de aquello, buscamos una parada de autobús que nos dejara cerca del hotel; el bus en cuestión tardó muchísimo en llegar, pero debimos decir que la amabilidad del conductor fue máxima: no sólo atendió nuestras dudas y nos dijo que nos avisaría en la parada que debíamos bajar, sino que ni siquiera nos cobró el viaje. Una parada rápida en un súper y nos dispusimos a regresar al hotel a descansar: al día siguiente tocaba una de las visitas que más ilusión nos hacía: la isla de Capri.