‘Metafísica de los tubos’ – Amélie Nothomb
Las novelas de Amélie Nothomb tienen algo, aunque no sé definir muy bien qué es. Puede que sea su humor difícil de clasificar, que extrae sonrisas inseguras porque no sabes cómo tomarte la broma. O puede que sea por su habilidad de crear historias ligeras y rápidas de leer… con un gancho casi siempre eficiente y adictivo.
He leído unas cuantas novelas de esta escritora belga. La más conocida probablemente sea Estupor y temblores, donde Nothomb narra sus desventuras como empleada en una empresa japonesa. Su fructífera trayectoria incluye relatos como Ácido sulfúrico, Ni de Eva ni de Adán, Barba Azul y, como no, la novela que nos ocupa. Atención porque su metafísica tubular toma como foco a un bebé superdotado con complejo de Dios.
Metafísica de los tubos o las variaciones del «yo»
El punto de partida de Metafísica de los tubos es, cuanto menos, peculiar. La protagonista se comporta como un ser inanimado durante sus primeros meses de vida; después, como un animal rabioso y, más tarde, como un bebé. Tampoco el infante resulta ser muy normal, aunque su deriva resulta como poco sorprendente al descubrir el placer a través del chocolate blanco.
A lo largo de la historia seguimos la trayectoria de este curioso personaje adentrándonos en sus pensamientos. Algunos de ellos son esencialmente cómicos, mientras que otros lucen un barniz más existencialista, siendo capaces de plantear ciertas reflexiones en medio de tanta chanza. Y es que la mirada de este bebé es tan lúcida como pueril, y en su fascinación por un elemento como el agua -y su desagrado por las carpas- encontramos pequeños retazos de nosotros mismos: de nuestras manías, defectos y pasiones.
La mirada asombrada y cínica
A pesar del surrealismo implícito en las situaciones transcurridas a lo largo de la novela, la conexión es evidente. Resulta sencillo trasladar algunas líneas de pensamiento a nuestra propia experiencia como seres humanos. Y es que, resulta una paradoja el hecho que se nos obligue a nacer para luego abandonarnos a una vida que, finalmente, se nos será arrebatada. Nuestra opinión al respecto poco importante, y de ahí emerge la coherencia -siempre dentro del contexto literario- respecto al suicidio como arma de control sobre uno mismo. La auténtica acción decisoria de dioses capaces de dar un giro -dramático, eso sí- al curso de sus vidas.
Aunque, como tendrá que aprender la protagonista de Metafísica de los tubos -y nosotros mismos cuando la vida nos da reveses- es que el proceso entre vivir y morir es de lo único que podemos tener certeza, y que cabe disfrutarlo.
Ficha Metafísica de los tubos en Anagrama