‘Holiday’ – la brutalidad más serena
Holiday es un film que llegó al Atlántida Film Fest precedido por las irremediables controversias y declaraciones que acompañan a las películas que sobrepasan ciertas líneas – o que golpean algún punto vital en los espectadores -. ¿Es para tanto la susodicha controversia de esta ópera prima de Isabella Eklöf? La respuesta, como en tantas ocasiones, sería un “depende”, y eso sin quitar el valor intrínseco de la obra, que lo tiene.
Vacaciones a fuego lento
Como buena obra independiente de la modalidad “golpear con contundencia”, su desarrollo puede resultar algo desconcertante para el espectador poco habituado. Holiday es una película de visionado lento y de digestión difícil, el tipo de cine que se pasea frente a sus ojos con la tranquilidad de una balsa de aceite pero con la ferocidad de la violencia contenida.
Para el espectador entrenado en aguas más movidas -véase la filmografía de Gaspar Noé, Lars Von Trier y de otros célebres enfants terribles del cine de autor- esta obra le podrá resultar curiosa o no. Todo dependerá de cómo aprecie la inamovilidad de la violencia subyacente, que asoma con determinación y sobresalto. Y de cómo reciba los golpes desde, lo que parece, una brutal indiferencia
Holiday, bienvenida a la familia
A partir de aquí, asistimos a más de lo mismo pero en escalada. Ella resulta tan sumamente anodina, inamovible e indiferente a su entorno que nos cuesta entender – y al mismo tiempo comprendemos perfectamente- su modo de actuar en tal contexto, tan bello en su exterior como emponzoñado internamente.
A distancia
En Holiday muchos acontecimientos se narran en planos muy abiertos, casi teatrales, ofreciendo una distancia emocional de los personajes que influye en nuestra percepción, poco intimista. Cuando brutalidad sale a la salud, el golpe supone un despertar del ensoñamiento que compartimos con la propia protagonista.
Sasha es la personificación de una sociedad anestesiada, que se limita a estar, sin más. Acepta formar parte de la clase acomodada nada complaciente con sus mujeres a cambio de callar, ser expuesta y mancillada. Su estallido de violencia no supone una muestra de rebeldía, si no todo lo contrario: es su sumisión al tipo de ambiente que ella ha elegido y que no permitirá que nada ni nadie le arrebate. Precisamente, en la lectura de su mensaje y de la connivencia de Sasha para persistir en un modelo de vida humillante y vacuo, es donde reside la provocación de Holiday, así como también su mayor valor.