‘Cerdita’: las miradas del bullying
Mezclar un tema de gran relevancia e impacto social con una premisa contundente, en buenas manos, puede dar como resultado una obra ganadora. Este ha sido el caso de Cerdita, un cortometraje dirigido por Carlota Pereda (Las rubias) y protagonizado por Laura Galán (Cuerpo de Élite) que ha sido galardonado con el premio a Mejor Cortometraje de Ficción en los Goya 2019. Una pieza brutal que pone el foco en miedos muy reales, que es capaz de dejar poso en el espectador y que implica una intencionalidad que va más allá de su mero visionado.
Sara es una adolescente con problemas de obesidad que vive atemorizada por las burlas de unas niñatas, de vacaciones en su pueblo. Ni siquiera Claudia (Elisabet Casanovas, Merlí), amiga de la infancia, sale en su defensa cuando le acosan ante un desconocido y le roban la ropa en la piscina. El largo camino de vuelta marcará lo que le quede de vida.
El terror del acoso escolar
Inicialmente, el cortometraje iba a versar sobre la homofobia y sus efectos; sin embargo, Pereda ha terminado centrándose en otro tipo de acoso escolar, aquel que sufren muchas personas por culpa de la gordofobia. Un problema universal que, por desgracia, también está muy presente en nuestra sociedad y que para quien lo padece supone que no haya escondite posible. Este pensamiento sumado a la imagen que tenía la directora de una joven acudiendo a la piscina en las horas menos concurridas fueron los puntos de partida para idear Cerdita.
Sara, la adolescente que recibe el nada amable apelativo que da nombre al corto, está interpretada por Laura Galán, una joven de 31 años que logra transmitir toda la inocencia y la galería de emociones necesarias para crear un retrato veraz. Sus miradas funcionan, precisamente, como hilo conductor de la historia; Sara no formula ni una sola palabra en todo el corto, y tampoco le hace falta para expresar todo el terror derivado de las situaciones que tienen lugar en el cortometraje.
El rol del espectador en Cerdita
Uno de las grandes virtudes de Cerdita consiste en su habilidad para interpelar al espectador a través de los hechos plasmados en la obra. De esta manera, todos aquellos que vean el cortometraje no sólo se sentirán inclinados a opinar de una forma u otra respecto a su desenlace, sino que también se verán invitados a reflexionar sobre qué actitudes o roles han jugado respecto al bullying a lo largo de sus vidas. ¿Hemos sido víctimas? ¿Acosadores? ¿O el observador pasivo que decide no actuar ante el abuso?
Incluir a buena parte del espectro de personajes que actúan -o eligen no hacerlo- en relación al bullying hace que Cerdita no sólo sirva de testimonio de aquellos que han sufrido situaciones similares, sino también como espejo de la inacción o de la agresión directa donde todos podemos jugar un papel decisivo.
Espacios de soledad y miedo
En Cerdita, los espacios juegan un papel muy importante para apoyar los estados de ánimo de Sara.
En el corto, nada más empezar, asistimos a unos planos de la piscina vacía; un lugar tranquilo y sereno, casi bucólico, al que la protagonista se acerca confiando poder refrescarse sin que nadie la moleste. Un pequeño movimiento de cámara nos indica que Sara podría no estar tan sola como se imagina: justo cuando la chica va a meterse en el agua, un hombre emerge a la superficie de la piscina. Es justo en ese momento cuando un grupo de chicas hace acto de presencia; entre ellas se incluye Claudia, una amiga de la infancia de Sara.
La cámara juega a mostrarnos lo que subyace bajo la superficie de la piscina, dando al espectador más información y situándonos de cara a los hechos posteriores.
El otro escenario clave que plasma de forma patente la escalada de angustia de Sara es la carretera. Sola, sin más ropa que su bikini y expuesta a cualquiera que pase por allí; el paseo por la carretera es lo más similar a una pesadilla para un chica que elige bañarse cuando no hay nadie más a la vista.
Tanto el plano frontal de la carretera como el seguimiento lateral del apresurado paso de Sara ayudan a acentuar el sufrimiento y el agobio de la protagonista, del que somos totalmente partícipes.
La mirada desafiante
Tal y como he mencionado antes, las miradas de Sara juegan un papel esencial a la hora de comprender sus estados de ánimo y, en el caso del desenlace del cortometraje, de lanzar un mensaje especialmente adecuado para el debate. A lo largo de Cerdita, Sara muestra alivio, incomodidad, miedo, pánico y desafío sin emitir una sola palabra, razón por la que la cámara se centra en captar su mirada continuamente.
Pereda sale triunfal en su misión de lograr que todos y cada uno de los espacios, tanto los vacíos como los que anticipan una posible aparición, impliquen una amenaza para Sara. El tramo final del cortometraje, en el que un pitido acentúa el mayor momento de terror para la protagonista, funciona como un recurso capaz de enmudecer otros de los sonidos que están teniendo lugar.
Conclusión
Cerdita es un cortometraje nacido de una realidad tan brutal como es el bullying y que lanza un necesario debate a la palestra. El mensaje de que el odio engendra más odio, así como los terrores y las decisiones que se engendran en alguien agobiado por el acoso de sus compañeros, son lanzados de forma concisa y efectiva a lo largo de los 12 minutos de duración del corto.
Carlota Pereda no sólo ha creado una contundente obra audiovisual con un desenlace difícil de olvidar, sino que también ha contribuido al debate social sobre un tema que afecta a tantísimos niños y adolescentes alrededor del mundo. Esto, sumado a la efectividad de la propuesta tanto en su premisa como en su puesta en escena, hacen que Cerdita nos sirva para ponernos durante unos minutos en la piel de Sara, saber con seguridad que no es un lugar fácil en el que vivir y colocarnos en la tesitura de reflexionar sobre nuestro propio rol activo o pasivo respecto a nuestros semejantes.
Ficha Cerdita Filmaffinity
*Artículo publicado originalmente en la sección «Guerreros» de Cinemagavia.